ULTRA TRAIL SERRA DE MONTSANT, primera vez por estos lares

la_hansen
Carreras de montaña
23/10/2023

Cuando me apunté a UTMB, no me apunté a más carreras más allá de la misma. No sabía muy bien qué hacer, no sabía lo que iba a pasar, aunque reconozco que había un par que me rondaban por la cabeza: una era la Ultra de Guara Somontano, una vieja conocida, con ligeros cambios en el recorrido, pero sólo cuatro semanas después de UTMB. La otra era Ultra Pirineu, cinco semanas después, a la que le tenía muchas ganas, con el aliciente extra de que este año, un gran puñado de Kalandracas iba a correrla en homenaje a Ánchel. Hablaba con Mònica y le transmitía mis ganas de hacerla, pero es verdad que ni sabía cómo iba a acabar después de UTMB, y además el planificarlo antes de las vacaciones me agobiaba aún más. Lo que sabía era que, si no me apuntaba, los dorsales terminarían de volar (y así fue).

Me olvidé de ambas y me dediqué a las vacaciones y a UTMB. Pero me conozco bastante, y más aún después de no haber terminado la carrera. Yo sabía que me iba a quedar como mono por correr algo, para recuperar las buenas sensaciones que se habían ido un poco al garete. Así que no, no fui a Alquézar (y eso que podía apurar la inscripción), pero ese finde lo reservé para una salida por el monte, como le había prometido a Raúl. Que hubiera sido un puntazo acompañar a mi amiga Silvia (Duerto) en su primera ultra, pero la tía es una jabata y lo consiguió.

Empecé a indagar y me topé con la UTMS, Ultra Trail Serra de Montsant, una carrera de 63 km y 3300m de desnivel positivo que partía de Ulldemolins, a unas dos horas en coche de casa. Pues me venía genial, era el día del pregón del Pilar, que me suele agobiar un poco, y la distancia justa y necesaria, las ultras de dos cifras que dice Óscar el de mi club que son el futuro por elegir... El recorrido pintaba llevadero, y daban 15 horas límite. Así que para adelante. Había la posibilidad de apuntarse a la de 63 el sábado y a la de 27km el domingo, pero lo descarté, que no era la idea estar fuera todo el fin de semana.

Como me apunté sólo un par de días antes del cierre de inscripciones, no tuve mucho tiempo a ponerme nerviosa ante el desconocimiento del terreno. Sí que lo había explorado a golpe de pájaro, esto es, en el Google Maps, y pintaba que lo llevaría bien, un estilo a Sierra de Guara, más o menos. Y enseguida llegó el sábado 7 octubre, día del pregón del Pilar. Es un día que a mí, particularmente, me agobia un poco, y que Raúl suele pasar por ahí, así que tenía el día perfecto para correr.

Tocó madrugar, sobre las 5:40 salía para Ulldemolins. Hasta casi Lérida la cosa estaba clara, a partir de ahí el navegador propondría distintas cosas. Agobiada un poco por la hora, opté por lo más corto, pero los últimos km de carretera fueron demenciales, así que ala vuelta intentaría reducir esos km un poco. Por fin alcancé el pueblo, era algo antes de la s8 de la mañana. De nuevo, el GPS se emperraba en meterme por todo el centro histórico, así que tocó dar media vuelta, y meterme por donde pillaba mucho mejor. Aparqué y fui a por mi dorsal.

En el pabellón ya había algo de ambiente, corredores ya calentando, yo no conocía a nadie. Recogí mi camiseta, era de OTSO, muy chula, y la chica me la cambió al final por una XS, ya que, al inscribirme, no me dejó escoger esa talla. Ya me dijo que eran bastante pequeñas (y tenía razón, me vale, pero voy más prieta que los tornillos de un submarino). Dorsal en mano, ya me fui al coche a dejar las cosas y ponerme la mochila y demás zarrios. Iba sin la chaqueta cortavientos, aunque la llevaba en la mochila. Eso y chubasquero, manta térmica, frontales (muy probablemente lo necesitaría) y hasta la batería por si acaso. Bien de zarrios. Bueno, así no me venía mal para entrenar con peso, que luego llega Paco con las rebajas y la liamos. Por fin llevaba la falda bicolor de OTSO que debería haber llevado para UTMB, y pintaba que el chubasquero poco lo íbamos a usar. Todo lo contrario.

Ya me fui al pabellón, salíamos junto a él. Me entretuve en ir al baño y a lo que salí, había una fila tremenda para el control de material. Salíamos juntos a las 8:30 los de la maratón y la ultra. Me puse en la fila, y hablé fugazmente con algún corredor, para intentar tener más pistas del terreno. Bueno, ya lo averiguaría en un rato. Estábamos unos 200 corredores, un poco más, entre ambas distancias. Y curiosamente, unos 200 corredores de Islandia, de un pueblo concreto, entre todas las distancias. Resulta que un periodista islandés había ido a la carrera el año anterior, y se había popularizado. Le pedí a una mujer una foto, porque si no, me olía que no iba a tener ninguna. Me puse al lado de Inma, una corredora veterana que hacía la maratón. Tiraron confeti, y dieron la salida. ¡Arrancamos!

Principio de carrera
Arrancaba la carrera, y yo ya feliz

Salimos todos con ganas, muchas ganas. Los primeros km los compartí con Inma. Con el ritmo del principio enseguida entré en calor. Las vistas ya se veían chulas, y los senderos permitían correr. Un poco de sube y baja, y tocó subir. Eso lo llevé bien. Conforme nos alejábamos del pueblo, las vistas eran cada vez más bonitas. En la subida iba bastante bien, hasta podía adelantar a algún corredor. Ya hacía calor, pero el sol no nos pegaba de lo lindo. Y tocó bajar, eso lo llevaba peor. No era un mal terreno, pero la parte final, hacia el avituallamiento, era tierra algo suelta, el pie se iba un poco. Yo animaba a los de detrás a pasarme, que así me agobiaba menos. Escuché un ay, se pegó una leche una corredora por detrás. Preferí dejar pasar a cuatro por detrás, y me tomé con calma la subida, hasta que me pegué un resbalón, caí de culo, pero me frené en la caída. Me llevé un par de raspones en los brazos. Por fin alcancé el avituallamiento de Tres Juradets (km 8.9), era de agua, pero había barritas de cereales. Recargué muy bien los bidones y bebí bastante, venían unos 14 km sin gota de agua. Ya me había tomado uno de mis geles.

Eran las 10 de la mañana, lo que me situaba se supone en torno a media hora por debajo del último corredor estimado. Yo reconozco que me había hecho cuentas, y que esperaba poder hacer la carrera en una horquilla de 10 – 12 horas (teniendo en cuenta otras carreras de similar distancia, desnivel o terreno). Lo de las 10 era más complicado, algo menos fue el Ling Trail de Guara Somontano de 2016. Lo de las 12 estaba en torno a las horas de la Ultra de Añón de Moncayo o la PDA de Valle de Arán. Lo que pasa que, visto lo visto, a lo mejor había sido muy ambiciosa en mis cálculos. Así que los mandé un poco a la porra, y busqué llegar en tiempo a los cortes.

Salí otra vez en marcha, aproveché a correr un poco en el llano que había al principio. El grueso de corredores se había desperdigado bastante. Saqué los bastones otra vez para la subida, que era bastante fuerte. En este tramo coincidí con un grupete de corredores islandeses, con los que entablé conversación. Les hablé un poco de mis carreras, ellos me hablaban de por qué habían venido, que venían casi todos del mismo pueblo, que si había palabras que me sonaban a noruego (akurat), que si mi madre es noruega, que si vaya calor... La conversación duró hasta que el camino empezó a empinarse cada vez más. Entre ramas que casi te sacaban un ojo (recuerdo que un corredor en la salida, viendo mis gafas Dynafit, me había dicho que cuidado, no me saliesen volando), piedras, algún trozo que casi te obligaba a echar mano al suelo, la cosa no daba de sí. Risas cuando el alto del islandés casi se daba con las ramas (yo no), risas cuando mis cortas piernas no daban de sí en alguna trepada. Volvía a adelantar a algún corredor y corredora que, cómo no, me habían adelantado bajando. La subida era intensa, pero corta. A lo que me quise dar cuenta, ya estaba arriba de ese primer tramo. No habíamos dejado de subir, pero se alternaría con algún llaneo. En una de las bajadas, me pasó otro grupo de islandeses, una de ella una mujer de pelo corto, alta, que llevaba unas mallas de X-Bionic que también tengo yo.

Las vistas de la zona eran preciosas, y parte del recorrido se hacía pegado a unos paredones de roca impresionantes. La verdad que me estaba gustando muchísimo, aunque el calor era tremendo, y estaba sudando como una condenada en el infierno. Llegué a lo más alto, donde el camino se dividía para las dos carreras. Nosotros seguíamos hacia la derecha, tocaba bajar hacia la presa de Margalef. Me estaba quedando sin agua, y seguía sudando (y reponiendo sales). La bajada era bastante llevadera, con algún tramo en el que me resbalaba, pero llevadera. Divisé la presa, y oía voces, pero no veía avituallamiento, Debía ser gente haciendo escalada en las paredes empinadas.

Crucé un puente con travesaños de madera (creo). Cruzar por puentes sería algo que haríamos a lo largo del recorrido. Seguí corriendo, vi un parking, y lo que me pareció un oasis en medio del desierto: el avituallamiento (km 23.6).

Me eché buenas risas con el señor del avituallamiento. Un islandés estaba empapado, como si se hubiera metido en el río para refrescarse. Lo primero, beber bien de agua, y recargar botellines. Había coca cola y me pimplé tres vados, y algo que me conquistó el corazón: sándwiches de nocilla. Me calcé tres triángulos, que me supieron a gloria bendita. También había galletas, y gominolas, pero los sándwiches era algo que venía echando de menos de todas, y digo todas, las carreas que había hecho este año. Había un chaval con una cámara, quiso que dijera unas palabras para la tele, luego me dijo que si las podía decir en catalán. “No sé, es que soy maña”, y es que soy nula para el catalán. Amigos catalanes, sé que creéis que se parece, pero no hablo una pija, ni entiendo una pija, os lo prometo. Pero bueno, dijo que no pasaba nada, que más trabajo para el editor (para letreros maño – catalán). Me grabó recargando botellines, y aún corriendo un rato.

Al poco llegó una chavala, y algún chico más. Mi GPS me había regalado dos km desde la salida, así que le di la vuelta manual (lo tenía en modo ultra), y ya me centré en los tramos (como en las ultras), porque como hiciese caso del global del km, me iban a salir rosarios. Sólo tenía unos 4 km hasta el avituallamiento del pueblo, Margalef (km 27.9), y salí corriendo, con la tripa llena, eso sí. Costó un poco entonarse al principio. El calor era cojonudo a estas alturas, era la una y pico del mediodía, pero este tramo era sencillo, de llaneo.

Conforme me acercaba, se veían las vistas el pueblo (había una pequeña bajada hasta el mismo). Yo sólo era capaz de ver una piscina, enorme, refrescante, hasta me hacía pajas mentales de si podría uno meterse, qué ilusa. Llegué ya al pueblo, y al avituallamiento, junto a un campo de juego. El avituallamiento estaba bien surtido, bocadillos, magdalenas pequeñitas, coca cola (qué bien me sentaba), gominolas, chocolate... Lo que pasa que tenía tripa llena de antes. Eran las 13:40, y el corte horario en ese punto estaba establecido al as 14:40. Me daba como una hora sobre el corte, no había ganado mucho, y teóricamente tardaría unas 14 horas, pero lo dicho antes, que como había mandado a la porra las estimaciones, me centraría en correr, que era lo que había venido a hacer. Me eché unas buenas risas con los voluntarios, yo les decía que ahí no me conocía nadie, pero que ahí donde me veían, que era la Hansen, que cundía mucho. Un voluntario, fato, digo, de Huesca, me dijo almendrona, con cariño (luego confesó que era de Huesca).

Volvieron a entrevistarme, esta vez en acento maño profundo, me temo. Y ya, sin más dilación, aunque se estaba que te cagas a la sombra, salí del avituallamiento, llevándome un par de magdalenas chiquitinas para el camino. Tocaba otra vez subir y subir, mientras las vistas del pueblo que había dejado a tras me sorprendieron. En la subida, me crucé con un chico, me explicó que se había liado en la subida, que se había saltado parte del recorrido, y que le había tocado bajar otra vez el pueblo. Vamos, unas dos horas de regalo como poco como quien no quiere la cosa (ya decía yo que pintaba que corría mucho, me extrañaba que estuviera a mi altura). Y ahí me di cuenta de que le faltaba algo a uno de mis palos: la punta metálica. El plástico del final se había chafado un poco, así que, si no me lo quería cargar del todo, casi mejor que usarlo lo justo. Así que subí, usándolos poco.

La subida (319 +416 m) se hacía en varios tramos. Primero subíamos hasta la Ermita Sant Salvador (km 32.3). Las vistas del pueblo que habíamos dejado atrás eran muy bonitas, aunque no saqué ninguna foto, que me conozco ya la poca justicia que hace la cámara. Parte de ese tramo lo compartí con un par de chicos argentinos. El avituallamiento era de sólo agua, pero recargué, que me iba a hacer buena falta. Comenté lo de los palos, y un chico eme dijo que, si los había comprado hace dos años, hasta me habían durado bastante. Bueno, tocaría pensar a la vuelta qué hacer, porque tirar los palos por eso era como exagerado.

Tras el avituallamiento, tocaba de nuevo una subida fuerte hasta alcanzar la zona de Serra Major – Cruïlla (km 37,1), una zona de cresteo amplio, con algo de aire en lo alto que daba gustera. Los llanos los aprovechaba para correr, un vasco me decía que qué suerte que aún me quedasen patas. Y ganas de llegar, eso también. Nos topamos con un grupete de señores en BTT, yo desde luego que no sería capaz, me mataba fijo. Llegamos al punto más alto, y comenzamos a bajar por una ladera, que nos permitía ver La Morera de Montsant a lo lejos.

El primer tramo de bajada se me atragantó bastante, era pedregoso, ya se notaba el cansancio, y además notaba que tenía una ampolla en el lateral del talón izquierdo, como siempre y donde siempre, así que, según cómo apoyase, veía las estrellas. Ignoré el dolor y seguí bajando. Coincidí un rato con un islandés pelirrojo, que prefería que bajase yo delante, pero al que finalmente le cedí el paso. Por fin alcancé el avituallamiento, el cruce de caminos lo vigilaba la misma chica que me había cambiado la camiseta en el pabellón. Era el km 41,1 y las 16:40 (cierre de control a las 17:20).

Ahí nos juntamos unos cuantos corredores. El vasco llegó, se sentó y dijo que se retiraba ahí. Estuvimos hablando un rato de carreras (Ehunmilak, cómo no). También comí algo, había bastantes cosas y la verdad que me venía bien reponer fuerzas. Bebí coca cola y recargué a tope los botellines. No me entretuve demasiado, tenía unas ganas locas de terminar. Así que algo antes de las 17:00, salí del avituallamiento. Tenía que deshacer mis pasos hasta el cruce de caminos, pero esta vez me iba para la derecha.

Saqué los palos un rato. Un fotógrafo, que ya me había encontrado en el recorrido, me comentó que el último tramo de esta subida (la última fuerte) obligaba a usar las manos. Así que, aunque estuve un rato con los bastones, los acabé guardando (ya no los sacaría), y me puse a tirar de rasmia en la subida. Efectivamente, al poco rato, tuve que medio trepar ayudada por las manos. Terminé el fuerte repecho, un corredor veterano con el que había ido coincidiendo se sentó a descansar. Yo proseguí.

Subiendo
Para arriba, que queda poco...

Tenía un tramo de llano, que aproveché para correr en la medida de lo posible. Me obligué a beber más agua (había ido poco al baño). Tocó bajar de nuevo (creo recordar que la bajada fue más llevadera, aunque el machaque en las piernas ahí estaba). Me quedé un rato sola por un sendero que me ofrecía dudas de si iba bien, pero no había dejado de ver señales. Seguí las indicaciones, y vi que señalaban haca la Albarca, por lo que no iba mal (era el siguiente avituallamiento). Me tocó volver a subir. Me alcanzó un corredor argentino, con el que había ido coincidiendo también, y después Xavi, otro corredor de la zona. El terreno se volvió algo pedregoso. Tras lo que pareció una eternidad, por fin visualizamos a lo lejos el avituallamiento, que estaba en el collado (km 52.9). Era más o menos las 7 y media de la tarde. Aunque estábamos sólo media hora por encima del corte horario, vi que, en la chuleta, no quedaba nada, como quien dice, y que el margen era más que generoso, así que pintaba que igual 12 horas no, pero que como mucho me iba a las 12 y media o 13. Pues mucho mejor. Que es cierto que tenía 15 horas, y llegaba de sobra, pero si tardaba menos, mejor.

En el avituallamiento estuvimos charrando con los voluntarios, una de ella era de Zaragoza, y el otro era el mismo hombre de Huesca. Volví a comer algo, me llevé un par de minimagdalenas, y rellené a tope los botellines, con la idea de no volver a repostar. El siguiente avituallamiento estaba a tan sólo 2 km de la meta. La luz se estaba yendo malamente (tra tra), así que, aunque salimos de ahí sin los frontales, al poco nos paramos, los sacamos de la mochila, y en mi caso, guardé las gafas de sol, que por muy fotocromáticas que fueran, de poco me iban a servir en las dos horas que me quedaban.

La temperatura se mantenía. Yo hace rato que había guardado en el cinturón los manguitos (que prácticamente había llevado toda la carrera remangados en las muñecas), y pintaba que no los iba a necesitar, aunque bajasen algo las temperaturas.

Parte del recorrido lo compartí con Xavi, hablando de carreras, de algunas que nos quedaban (y que íbamos a coincidir). El terreno era mucho más llevadero, y hasta me quedaban patas para trotar. Aprovechamos a correr todo lo posible, aunque poco a poco íbamos subiendo hacia Grau Gran (km 54.5). A estas alturas, ya tocó encender las luces. Aunque el camino tiraba hacia arriba, seguí con los bastones guardados.

Llegado a este punto, se descendía un poco y se llaneaba en la parte más alta. Aquí hacía algo más de fresco, pero corriendo se entraba en calor enseguida. A mano derecha, vi las luces de Ulldemolins, o eso imaginaba, y la voz del speaker. Pero el camino seguía hacia delante, dejando (aparentemente) atrás el pueblo. Pues vaya... Y eso que apenas era un tramo de 11 km.

El camino avanzaba, se adentraba en la oscuridad, hasta que por fin comenzamos a descender a la altura de Pi Carabasseta, un pino tremendo. No era mala bajada, pero dejé que Xavi me pasara (iba con mucho cuidado), y poco a poco, un poco torpe, fui bajando, esquivando la caída, trotando en los tramos en los que el terreno me lo permitía. Conforme bajaba, las luces del pueblo se hacían de nuevo visibles, y eso que antes me había dado la sensación de que me alejaba de las luces.

Alcancé la Ermita de Santa Magdalena, km 61.1. Había avituallamiento, pero a estas alturas, y sin calor, ya no me paré a reponer. Me comentaron que había habido muchos retirados (unos 30 de los poco más de centenar que habíamos salido), y pensé que igual sonaba la flauta y pillaba podio de viejunas (mucho tenía que sonar la flauta, pero bueno). Y ya di el resto en el camino que quedaba, parte asfaltado, lo cual (y que me perdonen los puretas de la montaña) agradecí enormemente. Ya valía de piedras, ya.

Me adentré en el pueblo, seguí las indicaciones, y por fin crucé la meta, justo por debajo de las 13 horas. Estaba molida, pero feliz. Lo había pasado teta, a pesar del calor. El km me marcaba algo más de 65 km, 63.7 según la organización.

Foto en meta
Molida, pero contenta

Pasé al pabellón para comer algo antes de irme a casa. Ahí estuve un rato charrando con Xavi, que había terminado un poco antes (y que se iba a una boda, por cierto), y otro chico más cuya mujer se había retirado por problemas estomacales. Yo me comí un par de bocadillos pequeños, uno de jamón serrano y otro de queso, a la plancha, y bebí algo. Me di una vuelta por el stand de OTSO, que seguía abierto (piqué con unos calcetines). Y también charré un rato con algunos de los islandeses de la carrera, entre ellos la mujer de pelo corto que me crucé en carrera (que hizo podio de su categoría, y que al día siguiente haría la etapa de 27 km, casi nada).

Y ya me marché para el coche, y para casa, donde llegué sobre la 1 de la mañana. Me costó bastante arrancar y organizar un poco todas las cosas. La verdad que no me hubiera importado hacer la carrera por etapas, pero cuando paras, cuesta mucho arrancar. De hecho, no sé si hubiera sido capaz, que no es lo mismo arrearte todo de golpe que intentar hacerlo una vez que has dormido y todo.

Así terminé esta “pequeña” ultra de dos cifras, que diría mi compañero Óscar. Una carrera y un entorno que me habían sorprendido gratamente, con unos avituallamientos que me habían entusiasmado (lo que echaba de menos los sándwiches de nocilla no lo sabe nadie), con coca cola, salado y dulce variado, con unos voluntarios que ayudaban en lo que hiciese falta, en un día soleado, quizá demasiado soleado y con un calor tremendo, pero que había logrado capear con la mejor de mis sonrisas, aunque había causado estragos (los islandeses no lo van a olvidar, me parece). Buena turra al cuerpo, pero disfrutando, a pesar de todo. Me sacaron por la tele y todo en un programa especial, aunque de mi intervención, sacaron esta frase memorable: “Mucho calor, pero bien”. Que tendré con el “pero bien” que siempre lo casco...

Buena decisión de última hora, luego tocó vestirse de civil para los Pilares, con agujetas hasta en el alma, pero oye, que me quitasen lo bailado. ¡Nos vemos por los caminos!

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