Canfranc Canfranc 70k 2021

Osquitar
Carreras de montaña
21/09/2021

En 2016 participé en los 100k. En 2017 en la carrera de 16k. En 2019 la famosa Maratón de 45k. Me faltaba la ultra “pequeña” para completar las 4 distancias de la Canfranc Canfranc. Me rondó por la cabeza la idea de cerrar el círculo. Por otro lado, habiendo terminado la de 100k, qué necesidad había de pegarme otra panzada con la de 70k, que no deja de ser una parte de “la larga”. Pero a finales de 2020, aún en pandemia, sin la seguridad de que se disputaran muchas carreras, me decidí a apuntarme; porque la CC sí se celebró en 2020, con que seguro que salvo catástrofe también se llevaría a cabo en 2021. 

            En verano, como todos los veranos, hice bastante monte. Quizás menos tiradas largas. Pero los días previos estaba nervioso como en mis inicios. Conocía la dureza extrema, brutal, casi inhumana del recorrido, y me daba mucho respeto. La verdad, la semana pre-carrera me resultó muy agobiante, y me volví a preguntar si había sido buena idea.

            Saldría solo. Mis compañeros o habían optado por la de 100k, que no la tenían en su curriculum, o por la de 45k. Y luego Gorca, que en 2016 la sufrió como yo y prometió no volver, pero que repetía los 100k.  

            Mi previsión: si bajaba de 20 horas, estaría muy bien. Pero por otro lado quería avanzar lo más posible mientras hubiera luz solar. Quería intentar subir el Aspe de día. Me fijé en los tiempos de un compañero de la Challenge, Alejandro, que la corrió en 2020 y que hizo un tiempazo de 17h. 33’, quedando 3º en la categoría, llegando al Aspe de día. A ver cómo se daba. En estas carreras es difícil hacer previsiones. Hice dos tablas, la optimista, con los tiempos de Alejandro y otra para sub20h. que me hacía salir de Candanchú anocheciendo pero intuía más posible de cumplir.

            A las 6 de la mañana empezaron a dar las salidas tras la Estación Internacional, en obras. Y digo salidas porque fueron por cajones de unos 50, de medio minuto en medio minuto o así. La previsión meteorológica era buena. No mucho frío, nada de calor, sol y nubes, quizás se escaparan algunas gotas vespertinas pero poco probable.

            Salí con manga corta y membrana. Tras dejar asfalto y pista, empecé a ascender al conocido Sendero del Carretón hacia La Moleta. Fui alegre, poniendo un buen ritmo de subida, pero no tanto como en 2019 en la Maratón, no es lo mismo tener que hacer 45 que 70 kilómetros, y hace dos años Marcos y yo subimos “a saco”. Al poco me tuve que parar a quitarme la membrana, tenía calor. Hice la subida charlando con unos asturianos, la chica, campeona de Asturias, me habló de Travesera y de Somiedo. Su marca en Travesera era de asustar. Me pregunté qué hacía con ellos, pero me dijo que iba de menos a más. En 1h 46’ hice cima. Unos 10’ más que en 2019.  Y segundos más que el tiempo de Alejandro. Hasta aquí todo más o menos según lo previsto.

La Moleta

            Tiré para abajo. Hacia la Cascada de Las Negras de Izás. Me pasaron los asturianos y algunos más. Estoy hasta las narices de que me pasen como balas a los que he dejado atrás subiendo…en fin, es así. Correr por el monte es subir y bajar. Y yo bajo con cuidado. Llegué 8’ más tarde que la previsión más optimista. La bajada no es de la peores, la verdad. Aún se puede trotar a tramos.

            El tramo de Las Negras hasta el Collado de Izas era nuevo para mí. En lugar del largo trayecto hacia el Pico Porrón, (¡qué lento y pesado se me hizo en el 2016!), transitamos por un antiguo GR, recuperado según la organización. Recuperado es un decir, a tramos algo pisado, a tramos nada. A tramos lleno de boñigas de vacas. Pero se me hizo más corto y cómodo. Grabé algo de video, sacando a mi compañero de detrás; le dije que no le pagaría derechos de imagen. Tras llegar al Collado, flanqueo hasta la base de una canal bastante empinada que nos dejó en la base del Pico Royo. La conocía de bajada. De subida se hace mejor. Luego un descenso por trazas de senda hasta Formigal. Podían haber aprovechado más las pistas de la Estación, pero en la CC se trata de ir por lo menos fácil. En Formigal, comí y bebí, pero no me entretuve mucho. Tenía en mente constantemente avanzar lo máximo durante el día.  Ahora iba con unos minutillos de adelanto. ¡Estupendo! Me sentía muy bien.

La subida a los Ibones del Anayet la acometí a buen ritmo, pasando gente. Se me hizo más larga que el día de entreno de este verano, las ganas de llegar y que aquel día íbamos charrando Lorenzo, Jordi y yo. Luego un corto pero empinado ascenso al Collado de Anayet en el que me puse a la cola de un grupete al que pasé en el ascenso al Vértice. Llegué a la cima con 10 minutillos de ventaja. Por un lado bien, por otro, el ver que podía intentar subir al Aspe de día, me “estresaba” un poco. Grabé video en la cima y pasó un corredor y me dijo que a este paso sí me iba a cobrar derechos de imagen, el mismo que grabé por Izas,…

Dejé que pasará todo el grupete porque bajando, ya sabéis…, y todavía me pasaron algunos más en el largo descenso por el Barranco de Las Negras. Descenso que había hecho en verano con Ana; lo conocía, pero eso no quita que mi bajada fuera   hecha con precaución, trotando con cuidadín.   

            Llegué al control de Campamento Canal Roya con 9’ de retraso sobre el tiempo de paso de Alejandro. Otro que baja mejor que yo, pensé. Pero bueno, más o menos ahí estaba. Sin entretenerme apenas más que lo justo para comer, beber y llamar, comencé el ascenso a La Raca. Pillé a algunos, entre ellos a Antonio, de Zaragoza, que me sonaba de varios tramos. Y subimos charlando, comentado carreras, y que si el día nublado nos venía bien, y lo largo que se hacía el ascenso. Buen ratico pasamos, entretenidos. Tras llegar arriba, nos esperaba el primer tramo del cresteo por el Circo de Astún. Como lo había hecho la semana anterior, lo tenía fresco. Es un recorrido con algún tramo algo técnico. Pero salvo alguna corta subida, más bien llano y con trocitos “trotables”. Antonio se adelantó unas decenas de metros ya en la primera bajadita, y luego algo más en el trozo de buen sendero descendente hasta Ibón de Truchas. Llegué unos 10’ por detrás del tiempo, pero ya no lo supe, porque había perdido “la chuleta”. Antonio me dijo que la había visto en La Raca y había estado a punto de preguntarme.  Bueno, solo era informativo, porque el ritmo lo marcaba mi cuerpo y mi mente y no el papel.

            Antonio se había buscado “pacer” para este tramo y salió antes. Así que conmigo mismo troté por la pista al Ibón de Escalar y luego comencé a encarar la subida al Puerto de Jaca. Multitud de paseantes nos miraban con cara de curiosidad, extrañeza, miedo a nuestra salud mental, pero mayormente nos animaban. Tras girar en el Puerto y llegar al cordal, tocaba el segundo tramo de cresta, que lo recordaba infernal y apestoso del 2016. De día, todo fue mejor. Algún tramo técnico de destrepe, pero bueno. Luego, las laderas herbosas sin sendero definido que recordaba tan resbaladizas (las pasé de noche), no lo fueron tanto esta vez, aunque sí sigue siendo un trozo incómodo y en mi caso, lento. Recordé que en la charla técnica el director de carrera la había etiquetado como “descenso rápido”,….En fin… Y el tramo final hasta Candanchú que parece no terminar nunca, como ya me la sabía, me lo tomé con resignación.

            Llegué a Pista Grande de Candanchú solo 20’ más que lo que marcaba el tiempo de Alejandro. No eran ni las seis de la tarde. Calculé poco más de dos horas de ascenso al Aspe si iba normal, así que, …objetivo parcial conseguido. Fenomenal. De manera que paré a cambiarme de camiseta, calcetines y zapas, comí lo que me apeteció, tampoco mucho, bebí caldito y coca cola como en el resto de avituallamientos, y salí presto a ganar tiempo a la noche.

Subiendo al Aspe

            Encaré la subida con tranquilidad en su primer tramo, mientras degustaba un sándwich y unas gominolas. Poco a poco me impuse un ritmo llevadero pero constante. Pasé a una corredora a la que su pareja le iba acompañando, creo que era la misma que pasé en el Vértice de Anayet.  Y poco a poco fui sorteando los incómodos tramos de karst. Luego por terreno menos ingrato, me acerqué hasta la base de la empinada canal que asciende al Paso de la Garganta del Aspe. Ya en el infernal caos de rocas de su base pasé a un corredor desesperado de la de 100k que iba mascullando que este terreno era una mierda. Es cierto. Afronté la canal con la ilusión de ser el último empentón grande. A mitad sobrepasé a otro corredor y al poco de ir abriendo camino la canal se empinaba bastante más y dejé de ver las marcas. Al volverme vi al corredor desesperado algo más abajo, señalando hacia su derecha. La ruta bordea unas rocas por la derecha en lugar de seguir por la canal. El otro corredor, jurando en hebreo, descendió. “ ¡Encima regalando!, soltó”. Me sentí culpable. Yo, como estaba más arriba continué, total, la canal llegaba al collado; no iba a bajar ahora. Hice bien porque a los pocos metros aparecieron las marcas a mi derecha, el desvío había sido mínimo; quizás es más cómodo ese rodeo, pero por mi parte, casi gateando, salvé como pude esos pocos metros muy empinados. El ansia de llegar al collado me había hecho tirar más directo. Pero vamos, estamos hablando de decenas de metros.

            Ya en el collado, se sigue la ruta que sube desde Aisa. Estaba sentado un corredor. Le pregunté si todo bien y me dijo que no hablaba castellano, sino francés. En francés le comenté algo. Pero no estaba muy hablador o mi francés es muy malo. Era de la 100k y estaría cansadete. Se me hizo larga la subida bordeando la ante cima oeste, hasta llegar al collado del Tubo, bajo la cima. La niebla iba y venía, pero no era espesa, aún era de día y se veía bien Al llegar, un voluntario exclamó: “¡Carlos, un Andandaeh, este es de los tuyos! Ahí estaba mi compañero y amigo Carl. Le saludé efusivamente. Las ganas que tenía de verle, porque sabía que estaba en ese punto. Nos hicimos una foto y tiré hacia la cima. Ya quedaba poco. Al llegar me vitorearon los voluntarios, pero porque con mi llegada se había abierto la niebla. Llegué a las 20h 33’, tras 14h. y media de carrera, y sólo 24 minutos más tarde que Alejandro. Y sobre todo, de día.

Con Carl en el collado del Tubo del Aspe

Tampoco me entretuve mucho, ya puestos quería bajar aún con algo de luz el primer tramo del Tubo del Aspe, el más delicado; aunque ya llevaba el frontal encendido. Así lo hice. Como siempre, me pasó un corredor que bajaba más deprisa, el francés al que había pasado en el collado. Ya de noche, continué descendiendo hacia la Motriz de Tuca Blanca. Yo no sé si la noche me confundió, pero hubiera jurado que nos estaban haciendo bajar por otra traza distinta a la subida normal, aunque senda sí había. Pero no recordaba ni la faja, ni una subida de repente, equipada con sirga. Vociferé a un frontal que vi delante si seguro que era por allí. Era el francés y me dijo que no entendía. Joer, qué tío,…Era por allí. De hecho estaba en el Libro de Ruta y de hecho lo había leído. De hecho es la bajada normal. Tras ese tramo, ya de manera más cómoda continué descendiendo hasta el avituallamiento último, de la Motriz de Tuca Blanca. Allí me ofrecieron unos huevos fritos, pero no me apetecían, y además, tengo que decirlo, los iluminé con el frontal y ni me parecieron huevos fritos, sino como unas tortitas de camarones,…la noche, la luz del frontal, el cansancio,… Salí sin demora, mientras escuchaba como le describían al francés lo que faltaba. Lo que faltaba era un descenso y llaneo a través del Ibón de Tortiellas (colmatado) hasta plantarnos a pie de la subida al Collado de Estibiellas, unos 400 metros.

Veía frontales por delante que me indicaban la subida, me refiero que mientras los veía por encima, sabía que debía seguir subiendo.  La gente teme esta última subida, pero a mí me resulta siempre emocionante y no se me hace larga. Pasé a un corredor de la 100k que iba farfullando que si cuándo acababa la subida, que si lo menos eran 500 metros, que si esto era un infierno. Era de Irún, hablamos de la Behovia y le comenté que tras un giro a la izquierda, quedaban un par de eses y luego ya la cresta. Protestó. Le aclaré que más que cresta era un cordal medio llano y fácil. Pero sin querer le engañé un poco, no quedaron un par sino seis u ocho, pero bueno, en todo caso, eran las últimas. Me fui adelantando y al dejar de conversar, volví a oír sus lamentos.

Ver el cartel del Collado de Estibiellas me dio un subidón enorme, como siempre. Además, poco antes un cartel de la carrera ponía “Control a 2 kms.”. Como otras veces el control era en el collado, me dije que era imposible. Pero esta vez el control estaba en la bajada.

Encaré el descenso obligándome a trotar. Dos fines, el primero, que el descenso final de unos 7 kilómetros no se hiciera eterno; y llegar antes de medianoche, es decir, sub18 horas. Sin bajar deprisa, (ni las fuerzas, ni la luz, ni el terreno en ocasiones lo permitían), pero con un trote continuo, fui haciendo eses y eses, acordándome de Tony y su descenso suicida. Me pasó un corredor y lo perdí en seguida. Al llegar al bosque por piso blandito y limpio de piedras y raíces, sí aceleré un poco. Creía que la bajada era como en 2015 y al pasar delante de la Fuente del Burro, me mosqueé. Incluso reculé hasta ver una marca.  A ver si la iba a cagar ahora…pero iba bien, lo miré hasta en el reloj. Se terminaba de bajar por un sendero diferente.

Tras llegar a la carretera, había que bordear la Estación Internacional, como en la salida. Ya tranquilo, saboreé los últimos metros. Entré en meta tras 17h. 43’. Solo 10’ más que Alejandro. Había subido el Aspe de día. Había hecho sub 18h. Contentísimo. Tanto que ni paré el reloj en la llegada. Lo hice ya en una carpa tomándome un caldito. Luego me vi en el puesto 59 de los 150 apuntados. Y 4º de mi categoría. Pero el 3º me sacó un par de horas. En esta carrera hay mucho nivel.

 

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