Desde hace muchos años quería correr una Ultra en Asturias. Y Ramón me aconsejó: Somiedo. De manera que a Desafío Somiedo que me apunté ara 2020. Por la pandemia, ni en 2020 ni 2021 se disputó. Mantuve el dorsal. Y, al fin, en 2022, se iba a celebrar. Eso sí, cambio de fecha, de finales de julio a mediados. Coincidía con nuestras vacaciones. Pero nuestro destino era Galicia, y pudimos planear volver por el norte, pernoctar en Gijón, y yo desde allí desplazarme a Somiedo.
Pues parecía que nunca se acababan las dificultades; la primera alerta naranja por calor en Asturias, hizo que la organización, el miércoles, tomara tres decisiones: recortar el recorrido 19 kilómetros, invertir el sentido de la carrera y adelantar la salida dos horas, a las 4 de la mañana.
Gracias a la hospitalidad de Jordi, que se hospedaba allí con la familia, Quique y yo pudimos pernoctar al lado de Somiedo, y yo no pegarme un terrible madrugón y conducción desde Gijón.
De noche cerrada, pero con una temperatura cálida, se dio la salida, tras escuchar el “Asturias, patria querida” de una banda de gaitas. Emocionante. Jordi se quedó algo atrás. Quique y yo salimos más adelante. Comenzamos a ascender. Iba a buen ritmo, pero recordaba la subida a La Moleta de la CC y sentía que iba algo más despacio. Me adelantó un corredor que se parecía a Corle, con sus mismos pantalones de atletismo naranja, y un cuerpo, digamos no demasiado ligero. Pero por delante que se fue, poco a poco, mientras sus mollas le rebotaban… Un corredor bastante veterano, con los músculos de las piernas muy marcados, me pasó y se alejó. Vaya nivel que había por aquí…Noche cerrada, pero luna llena; el piso era bueno y se iba bien. Al rato, un compañero gritó “puerto” y comenzamos a bajar. Y aunque me repita en todas las crónicas, lo tengo que decir, me empezaron a pasar los “bajadores”. Así hasta Puente Llanera. El descenso, tras un tramo lento de senda rota, fueron pistas muy corribles, pero mis piernas no estaban como hace un mes o dos. Como llevaba la camiseta de Peñalara, me animaban: “¡Vamos, ese de Peñalara!”. Yo les miraba y callaba.
Nuevo ascenso por Arbeyales para bajar a Saliencia, donde me quité el frontal, ya se veía bien. El paisaje apareció, verde, pastos en los llanos y alrededor peñas agrestes, muy bonito. Afrontamos el subidón de la prueba, el ascenso a Bígaros. Tras transitar por una garganta, se abrió el valle, las vacas pastaban a nuestro alrededor. En un punto, giramos a la derecha para afrontar una pala de hierba muy exigente, sin senda. Llegamos al cordal y recorrimos la cresta de Bígaros. Arriba, una banda de gaitas nos puso los pelos de punta junto al geodésico de Muñón. Un trocito más de cresta y hollamos la cima de Bígaros. Una corredora que me pasó bajando comentó que se le habían pasado rápidas las 4 horas. Pues sí, a mí también,… cuatro horas ya,… Bajamos algo y apareció el control de Farrapona. Me lié con el perfil y me creí que habíamos pasado un tramo de ascensos y descensos. Le dije a un voluntario que el mapa estaba mal, y me dijo que no. No le creí. Pero efectivamente tras el control no apareció el descenso. Primero hubo que recorrer la zona de los Lagos. Aquí aparecen el Lago de la Cueva, el Lago del Valle… Una zona muy bonita, algo ya menos salvaje, hay pistas, algún coche, hasta un mini bar. El terreno, “ya muy favorable” hasta Valle del Lago según la organización, no lo era tanto. O eran mis piernas. No es muy técnico, no es muy difícil, pero favorable, lo que se dice favorable,… En el descenso de Lago del Valle a Valle del Lago, ya a media mañana, se empezó a notar el calor. En el control de Lago me dijeron que el tramo era por bosque. Pero el bosque tardó un poco en aparecer. “¿Dónde está el bosque?” Lancé esa pregunta al vacío…Luego ya sí, apareció y por sombra, se descendía a Valle del Lago. Es un tramo para darle caña al asunto si vas bien. Yo simplemente trotaba y trotaba, sin llevar un ritmo espectacular, pero sin caminar si el terreno lo permitía y sin pausas.
El control de Valle del Lago tenía la bolsa de vida, pero solo cogí la batería de la cámara. Iba a ir igual de sudado a los pocos minutos. Me ofrecieron macarrones pero no quise. “Nadie quiere”, dijo la voluntaria. Entraban mejor los mini bocadillos, la sandía, el melón, el chocolate… Mandé algún mensaje y reanudé, no quería parar mucho. Prefería comenzar a afrontar poco a poco la subida, la última larga y penúltima de la carrera. El sol pegaba bien. Me quejé a un voluntario o público y me volvió a decir “¿Qué es este ascenso para uno acostumbrado a Peñalara?”. Le contesté que solo había subida a Peñalara una vez. El ascenso no obstante era mantenido. Largo pero sin tramos excesivamente empinados. Nos alejamos de la ruta del reloj, dimos un pequeño rodeo. Iba siguiendo a un compañero y se lo dije, pero las cintas señalaban claramente. Y las seguimos. Alcanzamos el final de la subida y os voluntarios nos repitieron el mantra: “ya todo terreno favorable, es bajar al Puerto y luego a Somiedo, menos una pequeña subida, todo para abajo”. Ya no me creía lo de favorable. De hecho nos encontramos de primeras ya una pequeña subida. Corta pero, jó, ¿no era ya descender? Luego vimos abajo Puerto de Somiedo, pero en lugar de dirigirnos al pueblo directamente, nuevo rodeo que hace caso omiso a la ruta del reloj. Pequeños “regalos” pero siempre aumentando algo desnivel y kilometraje, y que fastidian mogollón.
Llegamos Puerto Somiedo y según los voluntarios, estaba casi todo hecho. Había que seguir bajando a La Peral, para afrontar la última subida y descender a Pola. Me vuelven a animar gritando “¡Ese de Peñalara!”. Les di las gracias sin protestar. “Pa qué….” De vez en cuando me iban pasando corredores que venían desde atrás, bastante fuertes. Me preguntaba si ellos no habían sido demasiado reservones. Porque yo despacio tampoco iba. Me refiero que iba al tran-tran pero sin caminar más de los necesario y sin parar apenas. A su vez, yo iba pasando “cadáveres” de vez en cuando. Y delante llevaba más o menos los mismos compañeros, los veía a veces o me encontraba con ellos en los avituallamientos. Digamos que mantenía posiciones.
La última subida no se me hizo larga. Ni corta. De hecho con la vista en un collado le dije a mi compañero ocasional con el que iba, que firmaba que acabará allí. Efectivamente no era ese el collado superior, sino otro algo más arriba y adelante. Ahora sí, quedaba solo descender. Pasamos por un poblado (Mumián) y luego el descenso se acentuó hasta llegar a una pista asfaltada en las inmediaciones de Pola. Los últimos metros por el pueblo apreté algo la marcha, siempre fastidia que venga alguien por detrás en los últimos metros de una ultra y te pase (eso no se hace). Y tras 11h. 13’ cruzaba la línea de meta. De nuevo el animador me preguntó si era del grupo de Peñalara. ¡Que no….!
Posición 77 y 9º de mi categoría. Hay que decir que de 207 corredores de la salida, sólo llegamos 143. Así que valoro bastante mi posición.