Maratón de Sevilla

Jordi
Atletismo
23/05/2015

Vaya por delante que mi objetivo era bajar de 3:14, mi marca de hace un año en Barcelona. Y vaya también por delante que no lo logré. Tardé 21 minutos más. ¿Qué pasó ese día en Sevilla? ¿Qué causó semejante desviación sobre el plan? Todo empezó….

Todo empezó el viernes de la semana anterior, cuando subimos al Pirineo por la noche. La casa fría al llegar y un fin de semana de bajas temperaturas, con viento y con nieve, creo que tuvieron algo que ver. Para acabar de rematar, el lunes al llegar a la oficina a las ocho de la mañana nos encontramos la calefacción apagada. Habían saltado los fusibles. Hasta tres horas más tarde no se templó el ambiente. Creo que esto fue el origen de todo. Ese lunes por la noche sentí el clásico dolor al tragar que anuncia, al menos en mi caso, un trancazo del quince. No fue así; no fue del quince. Pero fue; fue trancazo. El resto de la semana lo pasé de esa forma que parece que sí, pero no. Que no acaba de salir, pero que está. Que tengo mocos. Que no estoy mal, pero toso. Rezando para que el fin de semana se hubiera ido. Y me fui a Sevilla con Quique, con Tony, y también con Clinex y Frenadol.

El sábado por la mañana, Tony, Quique y un servidor cogimos el AVE desde Zargoza-Delicias hasta Sevilla-Santa Justa. En tres horas y media cambiamos el frío de Aragón por el calorcillo de Andalucía. De la estación, directos a la feria del corredor a coger el dorsal y a comer. La “pasta-party” que habían organizado estuvo fenomenal. Comimos lo que quisimos y nos fuimos al hotel a digerirlo. El hotel, situado en pleno centro histórico era muy sencillito pero también muy acogedor. La tarde la dedicamos a pasear por el centro. Vimos la Torre del Oro, la Giralda, el Guadalquivir… Vimos las terrazas llenas, vimos cientos de turistas (por no decir trillones). Vimos que Sevilla es una ciudad cojonuda. Había estado allí hace más de quince años y ya no recordaba eso: que es una ciudad a la que dedicarle un fin de semana largo. De todas formas quizás vimos demasiado, porque llegamos al hotel algo cansados, como si al día siguiente no hubiera que correr una Maratón.

El domingo me levanté más o menos bien, en principio sin rastro del resfriado. Sin la nariz taponada. Sin haber tosido por la noche. Sobre las ocho y cuarto llegamos al estadio olímpico y dejamos la bolsa en el guardarropa. Todo muy bien organizado. A las nueve menos cinco ya estábamos saltando en la linea de salida a ritmo del clásico “Highway to hell” de AC/DC.

3,2,1… go!

Con la intención de bajar de 3:14 horas, salí a un ritmo de 4:30 min/km. Si lo mantenía me haría entrar en meta en 3:10. Pero calculando que sobre el kilómetro 32-35 bajaría el ritmo, todavía me quedaría algo de margen para entrar acorde al objetivo sub 3:14. Y así fui, por delante del globo de 3:15 y respirando bien. Parecía que el catarro no pasaba factura. El día era bueno para correr, quizás algo húmedo y caluroso, pero a esas horas tampoco se notaba demasiado. La gente animaba, yo mantenía el ritmo previsto, y...

... y entonces llegó el kilómetro 18. De repente sentí la sensación de perder potencia. Como si condujera un coche y por mucho que pisara el acelerador el velocímetro se quedara clavado. Como si me hubieran limitado el motor. No podía. Bajé un poco el ritmo y seguí corriendo, viendo como se me escapaba el grupito con el que iba. Intenté alcanzarles y no pude. Mantuve ese ritmo y me uní a otro grupo, que también se me terminó yendo. Media maratón en 1:36.

Me pasó el globo de 3:15. Intenté ir con ese grupo pero en nada vi que no podía seguirles. Me pasó Quique, y le dije que “había petado” y que siguiera él. Me pasó Angel, otro corredor maño, y me dijo que fuéramos juntos. Y también le dije que “había petado” y que siguiera él. Me vi en el km. 25… mal. Las piernas como piedras, los cuadriceps haciendo amagos de acalambrarse, y la sensación de que por mucho que me esforzara no podía avanzar más deprisa. Decidí adaptar el ritmo a lo que pudiera en cada momento, y tomármelo con calma. Decidí andar unos segundos en cada avituallamiento mientras bebía agua. Decidí disfrutar dentro de lo posible de lo bonito del recorrido y de la gente animando. Al fin y al cabo, había que llegar a la meta fuera como fuera. Y ya con otra mentalidad, la de "simplemente llegar", me adelantó el globo de 3:30, al que por cierto, tampoco pude seguir. La gente seguía animando. A lo largo de todo el recorrido gritaban “…amos!” y “Vamooo...!” pero no “Vamos!”. Y aplaudían. En cualquier punto a lo largo del recorrido oías palmas. No eran aplausos, eran con ritmo (1-2-3, 1-2-3, 1-2-3…). La verdad es que el Sevillano es un público muy agradecido.

Y poco a poco me fui acercando al Estadio Olímpico de la Cartuja. Ya quedaban menos de dos kilómetros para entrar en meta e intenté sacar fuerzas de donde no las había. Y mis cuadriceps me dijeron “nene, tu sigue como hasta ahora y nos llevaremos bien, pero como intentes hacerte el gallito te quedas plegado aquí mismo” (o eso creí interpretar con los pinchazos). En ese tramo pude ver a muchos corredores andando. Y el público les gritaba “…Amos hombre!!! Arranca que no queda ná!!!” Y algunos arrancaban, y otros no.

Entré en el estadio y me emocioné. Sólo quedaba una vuelta, unos 400 metros para cruzar la meta. Me imaginé como un atleta olímpico, en una final olímpica, dando la última vuelta en el estadio olímpico, corriendo hacia la meta. De hecho, me imaginé como la repetición a cámara lenta de ese atleta, porque me parecía ir a dos por hora y con el temor de acalambrarme en cada paso que daba. Pero no fue así. Di la vuelta al estadio y crucé la meta en 3 horas y 35 minutos. 

¿Qué pasó ese día en Sevilla? Pues nada, que no salió un buen día para mi. Supongo que entre el catarro o simplemente que el cuerpo no está siempre en estado óptimo para echarse 42 km a la chepa, pues me costó terminar una maratón. Y ya está. Raro no es. Pero bien mirado y teniendo en cuenta que mi categoría ya es la de veteranos, hice un cronómetro más que aceptable.

Posición 3.330 de la general (de unos 11.000 inscritos) y el 774 de mi categoría.

Aquí, como siempre, unas fotos del fin de semana. 



La expedición Andandaeh recién llegados a Sevilla
 



Feria del corredor. 
 



Comida en la feria del corredor
 



en el hotel, luciendo cortavientos 

 



turismo

más turismo

y más turismo
 



cuando volvieron a pasar por aquí, no reían
 



detalle del bar en el que cenamos
 



todo listo



salida
 



llegada
 



medalla de "finisher"

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