Ultra Trail de Guara-Somontano 2014

Jordi
Carreras de montaña
23/05/2015

Vaya por delante que hay otras formas mejores de pasar un sábado. Pero esta no ha estado mal: corriendo y andando desde las 7:00 a.m. hasta las 04:35 a.m. del domingo. Es lo que tardé en completar los 102 km con un desnivel positivo acumulado de 6100m, de la Ultra de Guara-Somontano. Esta vez, a diferencia del Gran Trail del Aneto-Possets, llegué a la meta y me dieron medalla. Pero he de reconocer que en algún momento me planteé parar, dejarlo. Esta vez por problemas físicos: de estómago y de pies. Por suerte esta vez no pasé por la puerta del hotel a media carrera. Esta vez no me sentí tentado.

Fuimos en dos coches: Tony, Marcos, Juan, Oscar, Fran y yo. Llegamos a Alquezar el viernes por la tarde, dejamos el equipaje en la casa rural y nos fuimos a buscar el dorsal y a escuchar la charla técnica. Muchas caras conocidas. Cada vez conozco más gente con la que voy coincidiendo en las pocas carreras a las que me apunto. Cada vez somos más en las fotos que nos hacemos. Antes conocía gente nueva en los bares. Ahora en las carreras. Cosas de la edad…

El despertador sonó a las 05:40. Desayuno, intento de ir al baño (ojo a este detalle: intento, no consumación), vestimenta y hacia la plaza.

A esas horas se mezcla el sueño con la adrenalina de la situación y con los nervios derivados de saber perfectamente la que se avecina… una especie de sensaciones que se retroalimentan con las propias y las del resto de frikis que van disfrazados como tu, con buff, frontal, mochila con botellas de hidratación… Los minutos pasan mientras saludas, haces fotos, posas para fotos que hacen otros, escuchas la música que suena por megafonía, das saltitos (no se muy bien el motivo), hasta que de repente te ves corriendo por el pueblo, como si estuvieras en pleno San Fermín. Te persiguen, tu persigues a otros, y hay gente a ambos lados de la calle que hace fotos, grita, anima, saluda… 300 corredores, 300 frontales en las cabezas de estos corredores dibujan una serpiente luminosa que se va extendiendo hasta que su cabeza abandona el pueblo mientras el cuerpo la sigue y desciende hacia el río Vero, donde reamente empieza la carrera.

Esta la había corrido el año pasado. Por ese motivo me planteé que correría a mi ritmo, solo o con quien fuera a ese ritmo, hasta el avituallamiento de Rodellar en el km. 44. Una vez allí vería con quién afrontaría la segunda parte de la carrera. Y así fue. Durante algunos kilómetros fui con Tony, durante otros con Manuel, otros solo… El hecho es que adaptarte a un ritmo que no es el tuyo es muy difícil cuando inicias cualquier cosa. Sin embargo, cuando ya se lleva el tema más trabajado, después de siete u ocho horas en este caso, es más fácil adaptarte (o que se te adapten). Hay más necesidad de hacer equipo.

Llegué a Rodellar poco después que Manuel, con quien más o menos iba a la par. Cuando el decidió irse, llegaban Tony, Marcos y Juan. Y decidí esperarme para seguir con ese grupo. Llevaba más de 7 horas de carrera y tenía el estómago mal. No entraba mucha cosa, y hasta el agua me provocaba ligeras arcadas. Había intentado evacuar una vez y no pude. Lo intentaría un par más durante la carrera, también sin éxito. Tripa llena. No iba fino. Por eso esperé para salir con ellos. En total estuve media hora parado en Rodellar, comiendo, cambiándome de ropa, descansando. Tony apenas paró. Iba tocado y dijo que empezaba a andar y que ya le alcanzaríamos (no fue así. El pájaro se recuperó…).

El siguiente tramo, hasta Las Bellostas nos costó casi 6 horas. Durante ese tiempo seguí con mis problemas estomacales, y empecé a notar dolorcillos en los pies. A ratos corriendo, a ratos andando, a ratos eufórico, a ratos más de bajón… llegamos a las Bellostas en el km. 65 al anochecer, unas 13:20 horas después de salir de Alquezar. Al igual que el año pasado, allí nos pusimos la ropa térmica y el frontal. En ese avituallamiento comí. La comida entró perfectamente. Se me abrió el estómago, y ya no tendría más problemas durante lo que quedaba de carrera. Pero a cambio, como si alguien hubiera decidido que esta carrera me la tenía que currar bien, se me acentuaron los problemas en los pies. Un par de ampollas en cada uno, más heridas en los dedos, y las plantas como agrietadas, todo ello provocado por que las zapatillas me iban algo grandes. Esto me obligaba a no pisar bien y noté como se me iban cargando las caderas, las rodillas, los tobillos… Se nos unió Elena, una chica de El Puig (Valencia) que corría su primera ultra. Y los 4 empezamos a andar. Nos quedaba la friolera de 37 km hasta la meta. Los 10 primeros de subida. Corrimos algún rato cuando empezó la bajada. Unos 3 ó 4 km, pero no todos podíamos seguir el ritmo, y optamos por ir en grupo hasta la meta. Andando, andando muy rápido en algunos tramos y más lentos en otros, pero andando.

Cuando andas después de tantas horas te da la impresión de que no avanzas, que los kilómetros no caen como deberían. Se hace pesado. Largo. Te dan ganas de correr. Pero no puedes, por que te duele todo, o por que el resto no puede. O por que tienes claro que aunque pudieras, ganarías 15 ó 20 minutos en un total de 21 horas. Mejor ir en grupo. Y sigues andando. Cuando llegamos a Mesón de Sevil, a eso de las 00:30 del domingo, nos estaba esperando Fran (olé tus huevos, majo). Eso le levanta el ánimo a cualquiera. Fran se merece un monumento, o dos. Fran no fue a Alquézar a correr. Fue para acompañarnos y hacer fotos. Se levantó a las 6 con todos nosotros. Nos acompaño a la salida y nos esperó en varios puntos del recorrido con su cámara. Y allí estaba a esas horas esperando a que pasáramos. Y estaría en Radiquero a las 3:30 cuando pasamos por el último avituallamiento, y en la meta, a las 04:34 cuando llegamos.

La entrada en meta la hicimos juntos los 4 que salimos de las Bellostas. A esas horas quedaba poca gente esperando a los que todavía íbamos llegando, y a los que seguirían llegando hasta pasadas las 7 de la mañana. Nos esperaba Tony y Fran, nuestros compañeros de Andandaeh, Oscar (de Andarines de Aragón), los Corredores del Ebro, la familia de la valenciana con la que compartimos el último tercio de carrera, y no se quien más.

Cruzar la meta fue un momento emocionante. Hacía casi un día que habíamos abandonado el pueblo por un lado de la plaza, y ahora estábamos entrando por el otro. Una vueltecilla por la zona. Un largo día durante el cuál la gente “normal” había hecho un montón de cosas, como ir al teatro, comer en un restaurante, jugar un partido de tenis, ir a ver a la familia… En 24 horas se pueden hacer un montón de cosas distintas. También se puede recorrer 102 km por la sierra de Guara-Somontano, que aunque parece que sea hacer lo mismo todo el rato es realidad es hacer un montón de cosas distintas: es estar en harmonía con la naturaleza, es compartir experiencias con gente que acabas de conocer, es incluso tener tiempo para estar contigo mismo. Y todo ello mientras vas avanzando hasta el mismo punto desde el que has salido. Es poner a prueba lo que has entrenado para poder superarte a ti mismo. Es algo que hace que al día siguiente vayas cojeando un poquito, andando despacito, pero con una sonrisa disimulada que sólo saben interpretar los que sabían que ibas a correr ese fin de semana. El resto, ni se imaginan lo que has hecho. De hecho, ni se dan cuenta de que cojeas. Aquí tenéis, como siempre, unas fotos de la jornada. 

recogida de dorsales


fotos del día de antes


a dormir


minutos antes de la salida


primeras horas

con Tony


"haciendo tapón"


con Manolo. 2 titanes...


Después de Rodellar


Marcos, Juan y yo. Y Fran echando la foto


En Radiquero, último avituallamiento


a punto de encarar los últimos 5 km.


en Alquezar de nuevo


esa sonrisa que dura unos días...


finishers: 


comentando la jornada


hidratación obligatoria next-day

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