ULTRA TRAIL PERIMETRAIL DE NUENO ( 55kms. +3.800mts.)

Osquitar
Carreras de montaña
30/05/2024

Los años pasan. Los retos se alcanzan. La motivación y el físico disminuye. Las tres cifras desde hace tiempo no las uso. Los 55 kms. de la Ultra Perimetrail de Nueno ya me parecían demasiados, pero es una carrera que discurre por donde di mis primeros pasos montañeros, hace casi 50 años (madre mía) y pensé “qué mejor despedirme de los ultra maratones allí”. La fecha no era demasiado buena; a primeros de mayo suelo llevar muy poco desnivel, pero me apunté. Un par de salidas por los alrededores de Zaragoza y una por Algairén fue el bagaje de rutas con desnivel con el que me presenté en la salida. A decir verdad, eso y bastantes años ya trotando por las montañas, el cuerpo tiene memoria.

Daban calor, un día soleado que endurecería los últimos ascensos. Pero lo prefiero al frío o al agua. Dormí en Jaca, me pegué el correspondiente madrugón y poco antes de las 7 de la mañana ya estaba en el corralito de salida; saludé a mi compañera de club Vanesa, y al toro…

Tras la bengala y la salida, hubo un tramo neutralizado dando una vuelta por las calles del pueblo y se rodea el pantano para encarar el primer ascenso a La Calma Alta. Me había colocado en la parte media. Mi idea era ir tranquilo, la carrera no deja de ser un ultra y además tampoco estaba fuerte como para alegrías. Pero al inicio, con todas las fuerzas, había que aprovechar y no ir lento. Coronamos La Calma Alta y me sentí bien subiendo. Al inicio del descenso a Nueno pasé a un veterano que bajaba con precaución. No me adelantaron bajando como otras veces, pensé que se debía a que ya estaba colocado en mi posición de carrera. Pero comprobé otra cosa, en los tramos correderos y de pista en los que se podía aumentar el ritmo, mis piernas iban pesadotas. O bien el ascenso me había castigado, o estaba peor de lo que pensaba, o qué se yo; me extrañó que precisamente tuviera esa sensación tras haber preparado aceptablemente el maratón de asfalto de Zaragoza.

Tras pasar el avituallamiento de Nueno (km. 10) en el que comí un poquito y rellené botellines, cruzamos el Isuela; había que mojarse los pies sí o sí. Encaramos la subida a Santolarieta. Iba dejando atrás al veterano y pensé en si llevaría buen puesto. No era la idea, pero no lo pude evitar. Tras unas temporadas de observar a los de mi categoría en ciertas carreras, cuesta no mantener ese gusanillo. Aunque una cosa es que pensara en ello, pero iba convencido de ir a un ritmo moderado, sin acelerar, no me sentía tan fuerte como otros años. En las subidas iba a intentar esforzarme, porque por las sensaciones suponía que las bajadas y los tramos llanos los haría lentos o por lo menos nada alegres. Mi previsión era rondar las 10 horas, ese tiempo lo daría como muy bueno.

Subida a Santolarieta

Tras el avituallamiento en el pequeño pueblo (km. 15), se sigue subiendo hasta el Pico Tiacuto. En un llano me pasó una veterana francesa que iba como un tiro. Tras la cima, creía recordar  que quedaba un largo tramo en ligero descenso hasta Ordás (km. 20), pero pese a que bajando no iba veloz, se me hizo más corto que dos años atrás. El ascenso al Águila sí es largo y así lo sentí.  La bajada tendida y nada mala a Mesón Nuevo (km. 26) se me volvió a hacer bola. El veterano me había vuelto a pasar, y se fue, ligero; debía de ir mejor que lo demostrado descendiendo La Calma. También me pasó un trío de corredores del mismo equipo, los tres con una camiseta blanca. Al menos uno parecía tener los cincuenta ya cumplidos. Abordé un tramo de pista y luego de senda muy bonita junto al Flumen. Pasé y me pasó el trío, que iba a tirones; parecía que iban más deprisa que yo pero parando de vez en cuando a refrescarse.

Bajando a Mesón nuevo

 

Llegamos a la Ermita de la Magdalena (km. 33). Comí un poquito y no me entretuve demasiado. Salí antes que ellos, pero sin motivos competitivos, andando incluso en llano, mientras terminaba de comer, pensando que si paraba mucho luego me iba a dar más pereza arrancar. Ascendiendo a la Sierra de Bonés, ascenso mantenido y llevadero, me pasó una corredora y me coloqué detrás. En el cordal alcanzamos al veterano (¿iba a tirones o qué?) y me extrañó que no hubiera llegado ya el trío por detrás. Coronamos lo que creí era Presín, pero ponía Bonés. Descendimos algo y pensé que era el comienzo de la bajada a Bentué. Ni hablar. Era un cresteo largo bajando hasta una pequeña cuesta para hollar Presín. En todas las carreras hay un tramo engañoso, o mejor dicho, en el que tienes una idea preconcebida que te resistes a cambiarla. Un tramo de “regalo” que crees ya has pasado pero no. Cuando pasamos por Presín, mis dos compañeros se habían ido y no los veía; iban más deprisa y se me habían ido. El descenso a Bentué se hizo largo, pero muy largo, y más con mis piernas que impedían lanzarme hacia abajo a buen ritmo. Troté casi todo el rato, pero sin alegría.

A Bentué (km. 38) llegué sonando las campanada de las 13h. 30’ en la torre de la iglesia, tras 6h. 30’ horas, justo lo pronosticado.  Me encontré en el avituallamiento al veterano. Amortizando la inscripción. Salí antes que él a afrontar el temido ascenso al Peiró. Comencé andando por el llano para recuperar patas y mi compañero me volvió a pasar. Iniciamos la subida por una gravera inmunda, empinada, con trazos de senda.  El calor comenzaba a pegar y la rampa se volvió infernal, como lo que es. A mitad de gravera mi predecesor se echó a un lado y me invitó a pasarle. No tenía piernas ya, dijo. A mí no me sobraba mucho, pero subiendo, iba machacón y más a gusto que bajando. Nunca había estado por esta vertiente del Peiró, y me preguntaba cuál será la cima, porque no quería pensar que era la que pensaba que era, lejos y alta. Se sube y se sube, dejamos atrás la pedrera y continuamos por un sendero entre bojes, bonito en otras circunstancias. Un ascenso largo, duro, brutal. Al fin alcancé el cordal, allí me pasó un chaval joven que iba como una moto. Tras un tramo de cresta, llegamos al Peiró, que, efectivamente, era el que no quería que fuese cuando iba mucho más abajo. Estaba Ramón, que me dijo que no iba mal. El primer tramo de descenso es un barranco terroso e incómodo, lento. Luego el hayedo y una senda con bastante pendiente por la que vuelvo a trotar con cuidado.

Peiró

Llegué a la pista que rodea el pantano. Avituallamiento (km. 44). Quedaba un tramo de pista en ligero descenso y la última subida. Ya conocía todo lo que me quedaba, sabía que la subida era muy empinada, pero no larga; no peor que el Peiró. Los dos kilómetros de pista, lo dicho, troto casi todo el rato como por obligación. Comencé a subir “full gas”, la empinadísima pista-cortafuegos con la alegría de saber que era el último tramo duro de ascenso, y además siendo consciente que este día casi prefería subir que bajar.  Llegué arriba y volví la mirada. Nadie por detrás. Por delante, en la pista que va a La Calma, el corredor joven del Peiró. Soledad. La ruta pasaba a pocos metros del Vértice de Gratal pero ni me desvié a tocar cima. Trotaba y caminaba pese a que se podía correr. Me lo tomé con tranquilidad. Total, vi que no iba a bajar de 10h. Pasé por el Pico San Julián, trotando ese tramo de pequeños subes y bajas. Más porque no se me hiciera eterno el asunto que por motivos competitivos. Me planté a los pies del mogote de La Calma Alta. Seguí las balizas, que son las mismas que los de bajada a Nueno de los primeros kilómetros, en sentido contrario, claro. Empinada pero corta subida, y de nuevo cima de La Calma.

 

Bajada empinada al principio, andando, y luego me obligué a trotar hasta la pista del pantano; pero me regalaba pequeños descansos caminando. Se me hizo bastante larga. Llevaba las patas ya para pocas alegrías. Además desde la bajada del Peiró me pinchaban los talones, ampollas seguras. (Calor, más pies mojados, y zapas de horma ancha… de más de 20 ultras, igual es la segunda o tercera vez que me salen tales ampollas). Al fin crucé la pista y llegué a la cola del pantano. Y aquí ya me importó un pito que fuera buen piso y más bien llano. A caminar hasta meta. Casi hubiera preferido que fuera una subida. La ruta de wikiloc era de 53,5 kms. Pero con la vueltecilla de la salida por el pueblo y tal, al final me salieron 55,5kms. Solo pensaba que no nos hicieran dar mucha vuelta por el pueblo de nuevo. Pues un poco sí, se pasa junto a meta para hacer una C y rodear la iglesia y entrar en meta, trotando mínimamente para mantener la compostura,…Al final, 10h. 23’. El animador chilló mi nombre e incluso me entrevistó, eso tiene el llegar solo. Esta vez tuve cuidado de no liarme en las respuestas, como en Torla. Ya sentado frente a unas migas (sin huevo, fallo del cocinero), llamé a Ana y miré la clasificación para ver con sorpresa el puesto 33º de 72 y el 3er puesto en mayores de 50. Sin saberlo nos habíamos jugado el cajón el veterano y yo. Luego he comprobado que le saqué en el Peiró un cuarto de hora, y al final unos 10’. Mejor no saberlo en carrera, así fui a mi bola.

Podio

Sensaciones contrapuestas, alegría por el resultado, por la experiencia, por haber acabado este carrerón, este ultra corto en kilómetros pero duro como pocos. Algo de nostalgia por lo que ya no se repetirá. No me motivan ya las carreras tan largas.

La prueba es a partes iguales bonita, con ese "encanto" de Guara, dura, y bien organizada, marcajes, y avituallamientos ( salvo que no había huevos fritos para mis migas,...jeje). Os animo a participar en la distancia que más os atraiga, pero ojito que son exigentes. En 2022 en la Perimetrail de 30 kms. acabé acalambrado como nunca (eso sí, corrí mucho y deprisa para mi nivel) y en este Ultra hay que darlo todo, ascensos exigentes, tramos para castigar las piernas yendo rápido...si puedes, claro.

 

VIDEO: https://youtu.be/MJC31lpy6Wc   

 

 

 

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