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Carreras de montaña

Las cien millas vascas, la ehunmilak, las conocía por referencias tanto de Gorka como de Jorge Tricas, de mi club. En líneas generales, todo el mundo hablaba maravillas de la organización y sobre todo del ambiente que había en las mismas. Me planteé apuntarme en el 2022. Ese año me apunté a la lista de espera (el boom post pandemia hizo que volaran las inscripciones), pero, en paralelo, me acabé apuntando a la VDA, las cien millas del Valle de Arán. Así que, cuando me llamaron de la lista de espera porque se liberaron plazas, tuve que decir que no.

Tanto en 2023 como en 2024 fui a UTMB, y eso imposibilitó apuntarme a Ehunmilak. Si UTMB hubiera salido a la primera, probablemente me hubiera apuntado el año pasado. Pero no fue el caso, así que no fue hasta este año en el que por fin me animé a apuntarme. No lo hice en el primer plazo (se me pasó), pero sí en el segundo (las plazas aguantaban, al contrario que en la e2h, la distancia de 90 km, que voló), y poco después me preparaba la documentación necesario (revisión del médico y electrocardiograma, aunque faltaron algunos detalles, como fecha en el electro, que subsané después).

Con toda la documentación en regla, ya tenía mi dorsal asignado y todo, 293, y sólo quedaba prepararse para la carrera. La última carrera que corrí antes de la Ehunmilak fue la Integral de Tozal de Guara, de principios de junio, que salió como salió (peor que las otras dos veces que la había hecho) y que me hizo tratar de llegar algo más en forma a la gran cita. Los nervios hicieron el resto, y poco a poco, de puros nervios, me fui afinando de cara a la carrera.

La idea era compartir viaje con Patxi Robles, veterano en esos lares, ya la ha hecho en varias ocasiones, incluyendo neutralizaciones al poco de salir debido a tormentas eléctricas. De primeras, iba a ir sola (por si abandonaba o pasaba cualquier cosa), pero me fío tan poco de mi coche que opté por ir con él. La intención era salir el viernes por la mañana temprano, ir a por los dorsales, comer en la “Pasta Party”, descansar un poco y ponerse en la línea de salida, a las 6 de la tarde. Él solía hacerla en unas 44-45 horas, yo no tenía ni idea (pero por ahí andaría la cosa), pero, en cualquier caso, el primero que llegase que descansase, y ya conduciría quien fuese a la vuelta.

Pero la climatología es cambiante y caprichosa, y nos deparaba una pequeña sorpresa. Después de un fin de semana pasado por agua tanto en Vielha (otra vez, y tercer año consecutivo que se veía afectada la VDA), la semana pintaba buena en Beasain. Y así se mantuvo días, hasta bien entrada la semana, hasta que, a 4 días vista, la cosa empezó a cambiar, y cada vez a peor. Lo que pintaba como unos días sin lluvias, aunque algo más frescos, tornaron a tormentas puntuales, eléctricas, tanto viernes noche como sábado a lo largo del día. Yo miraba y remiraba meteoblue para Beasain, Zumárraga, Tolosa y las distintas poblaciones que atravesábamos, tratándome de hacer a la idea de si había opciones de esquivar las tormentas. Pero la cosa pintaba algo complicada, especialmente para la primera noche. No me importaba mojarme, pero me preocupaba el aparato eléctrico.

El viernes se acercaba, la cosa seguía igual, y ya llegó el jueves por la tarde. Yo tenía todo preparado, mochilas de vida incluidas (teníamos dos), y estaba tranquilamente en el sofá, descansando un poco después del curro (al día siguiente me había cogido fiesta). Y entonces, sobre las 5 de la tarde, me llegó un WhatsApp de Borja. Un conocido suyo del norte, con quien hizo la carrera (Borja también la ha corrido), le decía que se comentaba que probablemente recortaran la carrera a 125km y que la salida sería el sábado a las 11:00, y que la g2h (la versión de 90km) saldría a las 19:00 del sábado. Me quedé con los ojos abiertos como platos, yo no había recibido aún ningún mensaje de la organización, y a eso me quise agarrar, a eso y pensar que Borja era más agonías que yo. Le escribí a Patxi, pero tampoco había recibido nada. Y de repente, unos minutos después, mail entrante, de la organización. Oh, no...

Efectivamente, debido a las tormentas (eléctricas) que se esperaban para el viernes noche, habían decidido aplazar la salida de las dos pruebas más largas. Las cien millas saldrían el sábado a las 11:00, los 90 km saldrían a las 19:00 del sábado (ese cambio era gordo, porque suponía que gente que tenía noche de hotel del sábado cogida, la perdía). Y, en consecuencia, nuestro recorrido se veía recortado: en lugar de la vuelta que se daba para llegar a Tolosa, se iba de manera más directa, 32 km, ahorrando 47 km en el camino y unos 3000 m de desnivel, casi nada. Nos daban 31 horas para completar la carrera.

En azul, recorrido original; en rojo, nuevo recorrido

Punto kilométrico en el que se separan los recorridos (original y recortado)

Si yo ya estaba nerviosa, esto me remató. La cabeza me iba a mil cosas, y Raúl vio que yo ya estaba ausente total. Traté de llamar a Patxi sin éxito. Esto cambiaba las cosas: no tenía sentido ir temprano por la mañana, y, además, en ese caso, había que buscar dónde dormir. No sólo eso: de momento, los dorsales sólo se podían recoger el viernes, y todo el mundo en redes preguntaba si sería posible recogerlos el mismo sábado. Raúl se iba al pueblo, y hasta me planteé ir al pueblo, y desde el pueblo ir a la carrera (que quedaba a hora y media, pero la carretera era un tanto infumable). Miré alojamientos, pero el tema estaba ido de madre (y olvídate de Beasain), como es lógico. Hablé con José Antonio Gallego, amigo de Paul Sánchez y con quien entré en meta en la maratón Ogro de 2022. Él es de Tolosa, corría también la carrera, y me habló de la posibilidad de un hostal ahí.

Por fin pude hablar con Patxi. Habida cuenta de la hora de salida, nos daba tiempo a llegar el mismo sábado de la carrera, pero eso sí, pagando peajes como si no hubiera un mañana, lo que reducía el viaje a 2 horas y media. Yo acudiría al Actur, para ganar tiempo. La organización me respondió: a los que éramos de fuera, nos permitían recoger el dorsal de 8:00 a 9:00. Así que, si salíamos sobre las 6, en teoría llegábamos bien (aquí la agonías fui yo, frente a un Patxi sereno que sabía que llegábamos y que se podría aparcar cerca). Con lo que me quedé mosca fue con los nuevos tiempos de corte: la organización daba una serie de horas máxima para alcanzar los avituallamientos, para Tolosa daba 8 horas. Yo tenía un run run en la cabeza, algo no me terminaba de cuadrar con los cortes horarios. No se dio opción a guardar el dorsal para el año que viene (al fin y al cabo, la prueba no se anulaba por completo), pero reconozco que hubiera preferido esa opción, ya que lo que de verdad me hacía ilusión era hacer las cien millas completas. Era el reto del año, las cosas como son.

Con todo este panorama cambiado, rehice las bolsas (Tolosa ya no quedaba en el km 90), y decidí ir a trabajar el viernes (ese día me vendría bien para otra ocasión). En el trabajo, rehice la tabla de cortes horarios, plasmando por escrito los nuevos topes, y ahí me percaté de que mi run run estaba más que fundado: el corte de Tolosa nuevo era a las 19:00, frente a las 14:00 del corte antiguo. Y a partir de Tolosa, el recorrido era el mismo, pero no los cortes intermedios hasta el cierre de meta. Dicho de otra forma, nos habían quitado 5 horas desde Tolosa. Cuando lo traduje a los distintos tramos, vi que habían quitado de aquí y allá, dando bocados de una hora o más (salvo el primero, que se mantenía en horas). Es decir, tendría que correr. Patxi solía llegar a Tolosa sobre las 11:00, tres horas por encima del corte que lograba conservar hasta el final. Pero ahora era materialmente imposible ese margen. Es cierto que no es lo mismo afrontar la carrera desde Tolosa habiendo pasado una noche toledana, que “frescos” con sólo 32 km en las patas, pero era mucho suponer que todo fuese como la seda.

Después del curro descansé, fui a ver a mis padres y después ya me marché a casa para intentar acostarme lo antes posible. Eso sí, a las 11 de la noche un mensaje de protección civil me pegó un susto del copón, y es que estábamos en alerta por la DANA que se aproximaba. Me asomé a la ventana, pero no caía ni gota. Volví a la cama y traté de dormir las horas que pudiese, aunque poco después de las 04:30 ya estaba despierta. Me preparé, fui (varias) veces al baño, por nervios, y ya salí para el Actur. A lo lejos, la DANA amenazaba con llegar en breves.

En el Actur aparqué junto al garaje de Patxi, y ya enfilamos hacia Beasain. El viaje discurrió sin incidencias y afortunadamente sin mucho tráfico. A nuestro paso, restos de la tormenta (ramas caídas, hojas en el suelo). Antes de las 8:30 ya estábamos en Beasain, y aparcamos junto a la CAF (empresa para la que trabaja Patxi), un parking bastante tranquilo que permitía echar una cabezada al llegar.

El primer trámite fue ir a por el dorsal, con la mochila ya preparada puesto que hacían un chequeo de todo el material, incluidos los dos frontales con baterías de repuesto (no habían quitado ninguno a pesar de que nos ahorrábamos una noche). Yo llevaba tres, uno de ellos con batería y los otros dos por no tener batería aparte como tal. La luz de posición trasera requerida era roja, yo tenía una blanca de las cutres que me dieron en no sé qué carrera, pero no les valía blanca, así que acabé poniendo la roja de la bici (que es más cara). Me colocaron una cinta que aseguraba que había pasado el control, y después me dieron las bolsas de vida. Fuimos con todo esto al coche, y ya nos preparamos las bolsas.

Fuimos a la salida, en la plaza del pueblo. Nos topamos con Miriam Llop, también con un amigo de José, el de Herrera, que me conocía, pero ahora no caigo en el nombre. Los tres hermanos Bailo, que competían como equipo. Nos hicimos fotos y ya tiramos para la salida, pasando (nuevamente) control de material, donde te pedían enseñar una cosa al azar. En la salida, pude ver a Paul Sánchez, no nos veíamos desde el Trail Zoquetes del año pasado, hacía fotos en carrera. Y después me saludó un tal Augusto, que le tuve que pedir que me recordara de qué lo conocía, y es que me pasa como a Patxi, que nos saludan y luego no caemos de qué carrera es. En este caso, Augusto había coincidido conmigo en UTMB, Canfranc y alguna más. Yo iba “discreta”, con unas mallas rosa fosforito que daban el cante cosa mala, y estrenaba una mochila de Salomon azul muy chula (y cómoda). Además, llevaba manguitos, los cuales arremangué, y se pegarían así el 95% de la carrera. Mi intención en las bolsas de vida era cambiarme de Buff, calcetines y camiseta.

Después de un poema en euskera, y tras un aurresku, nos dieron la salida, y salimos en estampida, como si se tratara de los Sanfermines. No tardé ni 100 metros en darme cuenta de que nos iba a acompañar un invitado incómodo: la humedad. Efectivamente, tal y como me había dicho Paul, la humedad era de un 60 – 70%, y la sensación era de calor intenso. Empecé a sudar como si no hubiera un mañana.

Había ambiente en las calles de Beasain, pronto dejamos el asfalto para adentrarnos en los senderos. El camino incitaba a correr (demasiado), y los km picaban poco a poco hacia arriba, con un cierto sube y baja característico de estos lares. Me pasé los primeros km tratando de encontrarme bien, me cuesta un poco entonarme de primeras. A lo lejos veía a Patxi (asumí que tomaría una buena delantera).

En una fuerte subida a unas antenas, me saludó un corredor vasco que también hizo el desafío Platino en Añón del Moncayo. Habíamos coincidido en la salida de la 23k del domingo, pero, en su caso, había hecho el recorrido casi íntegro de la ultra. La tónica habitual en carrera, y que me llamó la atención, fue la cantidad de animación que había por todos los caminos. Gente aplaudiendo, “aúpa neska”, “aúpa Vanesa”, mira que me lo habían contado y me lo habían dicho, pero hasta que no lo ves en directo, no te percatas de la magnitud del ambiente.

Verde, mucho verde y algún músico en el recorrido

Los primeros km eran muy llevaderos, no era técnico, se podía correr (se podía correr bastante, de hecho). En un punto dado, un niño tocaba un instrumento, “Expreso macchiato” me pareció oír. Eso sí, sudaba y sudaba, y bebía agua. No tardé mucho en enchufarme la primera pastilla de sales. El primer avituallamiento era sobre el km 10, pero tardó un poco más en llegar. Había transcurrido algo más de una hora, y recargué botellines. No recuerdo si había algo de picoteo, pero la verdad que no tenía demasiado hambre. No tardé mucho en ver el culo de un corredor, que se ponía a giñar en mitad del camino.

Primer avituallamiento, Santa Águeda (01:53:20)

Seguí para adelante. Estuve un rato compartiendo conversación con un vasco veterano. Yo le decía que tendría que volver, para hacer los km que faltaban. El segundo avituallamiento era Zelatum. Yo trataba de aprovechar las partes buenas para generar suficiente colchón. Cuando estaba a punto de llegar, vi a lo lejos a Paul, que estaba haciendo fotos, me saludó efusivamente y me dijo que tenía a Patxi a unos tres minutos. En el avituallamiento, me puse tibia de coca cola (que sería la tónica habitual) y eché mano de unas palmeritas de chocolate pequeñas y de algo de chocolate. Eran las 14:23, ya habían transcurrido 3 horas y pico de carrera.

Segundo avituallamiento, Zelatum (03:23 de carrera)

Tocaba subir un pequeño tramo. Había desnivel, pero se hacía llevadero. En un punto dado, y durante 6 km, nos tocaba bajar vertiginosamente hacia Tolosa. Yo creo recordar que, con este cambio, la famosa calzada romana ni la pisaba. La bajada era buena y se podía correr mucho. Una corredora sueca (de origen asiático) alabó mi look colorido. Se convertiría en habitual de carrera, hasta que le perdí la pista y ya me sacó bastante ventaja. Tolosa estaba ya a la visa, el calor era sofocante y no era para menos, ya que estábamos cerca de las 4 de la tarde.

Larga bajada hasta Tolosa, los pies van solos

El avituallamiento se ubicaba en el interior del frontón de Tolosa, lo que difería de lo que me había contado Patxi, y es que en otras ediciones el avituallamiento estaba ubicado casi al final del pueblo. Pasé al interior, me volví a encontrar con Paul, y me dijo que Patxi estaba por ahí. Estuve un rato hablando con él, mientras terminaba de apañarse. Yo fui a las mesas a picotear algo, y cogí mi bolsa de vida. Como estaba sudada hasta las trancas, me acabé cambiando de camiseta y Buff. De calcetines no, si la memoria no me falla. Fui al baño, y recuperé algo de fuerzas. A la salida del avituallamiento me hicieron un control aleatorio del material, y me tocó enseñar los frontales. Ya salí de ahí, rosa de arriba abajo, y atravesé Tolosa, medio andando medio trotando. Dentro del calor que hacía, se podía aguantar.

Punto kilométrico del avituallamiento de Tolosa (16:22)

Saliendo del avituallamiento rosa, muy rosa

Empecé a hacer cuentas mentales. De manera original, el corte horario en este avituallamiento era a las 2 de la tarde (el nuevo corte era a las 19:00), y ahora estábamos pasando a las 4 de la tarde. Como ya había deducido de los nuevos cortes horarios, no quedaba otra que correr todo lo que se pudiese. Y eso hice, correr y correr. Casi al final del pueblo, pasé por el lugar habitual del avituallamiento de Tolosa, el polideportivo Usabal Kiroldegia. No sé si fue en este punto, pero una mujer había colocado una ducha en el exterior, y los corredores, a su paso, se remojaban.

Paso por el antiguo avituallamiento de Tolosa (polideportivo Usabal Kiroldegia)

El siguiente punto de control estaba ubicado a 10km, Jazkue gaina, tras ascender cerca de 700 metros. Lo alcancé tras poco más de dos horas, a las 18:34. Había un avituallamiento e hice lo habitual, cargar agua, beber coca cola y picotear algo. Poco después de ese punto, había un ligero cambio en el recorrido, del cual no fui consciente hasta que comparé los tracks.

Punto de control de Jazkue Gaina

Ligero cambio en el recorrido en el km 50 con respecto al track original en rojo

El siguiente control estaba en Amezketa, a 8,5 km (ascenso 237 m, descenso 598 m). El camino era llevadero, y alcancé el avituallamiento, en el interior de la casa cultural, a las 19:46 de la tarde. El nuevo corte horario establecido para este punto era a las 23:45 (el original, a las 18:00). No era consciente todavía, pero eso iba a implicar que tramos que de normal se hacían de noche, se iban a hacer de día. De lo que sí era consciente era de que, en el caso de que un corredor apurase mucho en esos cortes, lo iba a tener complicado para terminar.

Avituallamiento de Amezketa

El interior del avituallamiento estaba bastante apañado, con mesas y bancadas para poder sentarnos. Ahí de nuevo estaba Patxi, fue ahí cuando tomamos la decisión de ir a la par, hasta que pudiésemos, porque era una tontería ir tan pegados y no compartir el recorrido. Aprovechamos a beber agua, a refrescarnos, a comer algo en condiciones (aunque en mi caso no fue gran cosa), y de paso visité el baño, aunque ya estaba con ciertas molestias, y es que la alta humedad me hacía sudar muchísimo, y por mucho que bebiese, no generaba pis.

Salimos de ahí con ganas de afrontar la subida al Txindoki. Bueno, realmente no se llegaba a subir hasta el pico, pero casi. Eran 6 km con un marcado desnivel al final. Al principio, trotamos, y después comenzamos a caminar a paso ligero. Atravesamos una zona urbanizada, antes de la entrada al parque natural de la Sierra de Aralar, y flipé con el ambiente. Parecían fiestas del pueblo, gente a decenas por la calle, que aplaudían a nuestro paso. Gente en mesas de camping, en caravanas, bebiendo cerveza y merendando, pasando el día. Yo no salía de mi asombro, y Patxi reía, porque él ya estaba acostumbrado a verlo. Mira que en UTMB se vuelcan en la animación nada más salir de Chamonix, pero esto era otro nivel. Ahora entendía todos aquellos que hablaban tan bien del ambiente que se respiraba.

Según me explicó Patxi, de normal él afrontaba la subida al Txindoki en las horas centrales del día, con todo el calor. Ahora nos acercábamos al final de la tarde, estaba ligeramente nublado, y se estaba a gusto (dentro de la elevada humedad, que te hacía sudar mucho más de la cuenta). Lo que yo le dije es que, de seguir esta tendencia en carrera, por su parte, se iba a marcar unos cuántos récords personales de tramos, y es que, debido a las nuevas horas de paso, en su caso se vería obligado a acelerar sin darse cuenta. Estaba en lo cierto.

Ambiente en esta zona de la carrera

Poco a poco, nos acercamos a una valla que marcaba la entrada al Parque Natural propiamente dicho. Patxi se remojó en una fuente a la entrada, y ya emprendimos la subida fuerte como tal. Íbamos a muy buen ritmo. En un momento dado, nos alcanzó el cabeza de carrera de la g2h. Eso no era lo habitual, pero con los nuevos horarios, era inevitable coincidir. Nos pasó como un tiro.

Valla de entrada al Parque Natural (foto de Google Maps)

Poco a poco, fuimos subiendo, hablando, bebiendo agua, y comiendo de poco en poco. Algún que otro corredor nos alcanzaba, a lo lejos se veían los prados verdes, con caballitos y potrillos que trotaban alegremente, todo muy bucólico. Otro corredor de la distancia intermedia nos sobrepasó, con unos cuartos traseros poderosos, como un caballo de carreras, fuerte fuerte.

El punto de control, Txindoki Lepoa (collado), lo alcanzamos a las 21:33:48, todavía aguantaban las luces del día. Realmente no se subía al pico, este quedaba atrás. No era el punto más alto, aún se ascendía un poco más en el collado. 

Patxi y servidora, con el Txindoki al fondo

El punto de corte estaba establecido a la 01:15 de la mañana, y se veían una serie de focos enormes para iluminar el entorno en cuanto se hiciese de noche (que estaba al caer). Aproveché la coyuntura (una roca enorme) para echar un pis, algo que hice muy pocas veces, porque era imposible beber lo suficiente sin haber sudado antes. 

Avituallamiento de Txindoki Lepoa

Seguimos ascendiendo, alcanzamos el punto más alto de ese tramo y comenzó una especie de cresteo ondulante. Nos daban alcance los corredores más rápidos de la g2h, no llevaban tantos km como nosotros y además eran más rápidos. Llegó un momento dado en el que ya era demasiado oscuro y sacamos los frontales, y afrontamos la larga bajada hasta el avituallamiento, atravesando praderas y zonas más arboladas. Lo hice un poco en modo piloto automático.

Tramo de subida, desnivel repartido en 10km

Toca encender los frontales

Pasamos junto a un lago, ahora no se veía nada, pero me dijo Patxi que esa zona era muy chula. 

Seguro que de día mola más

Por fin alcanzamos el avituallamiento de Lizarrusti, eras las 24:10 y llevábamos ya 68,5 km a las espaldas (corte horario a las 04:30 de la madrugada). El avituallamiento estaba en el interior de una carpa, y había unas instalaciones cerca. Se trataba de un Centro de Interpretación del Parque, y de un restaurante. Había un parking. Descansamos algo en el avituallamiento, aquí coincidí con la corredora sueca (sería la última vez, ya que luego me sacó dos horas). Repuse fuerzas y me fui al baño, pero la verdad que notaba molestias de ir tan poco (al baño). 

Lizarrusti, son las 24:10:39

Abandonamos el avituallamiento y nos adentramos en una zona boscosa, con grandes árboles y helechos, que daban aún mayor humedad al entorno. Era la parte más pesada del recorrido, tal y como me indicó en su momento Xavi Moré, unos 14 km con unos 900 metros de subida y 858 de bajada, repartidos en una subida más fuerte al principio, un sube y baja entre medias y una bajada más fuerte al final. Todo ello en medio de los árboles, aquí se perdía la perspectiva del tiempo y del espacio. Y por primera vez, hizo aparición el sueño con todas sus letras, el madrugón hacía mella, y el cansancio también. Fui tirando de geles, y conseguí resucitar y no dejar todavía de lado a Patxi, porque ir con él me iba genial para marcar un ritmo más fuerte.

Largo tramo en medio del bosque

Antes de llegar al avituallamiento, y bolsa de vida, pasamos por un avituallamiento, en medio del camino, donde tomé café ardiendo, a ver si espabilaba. Ahí un corredor vasco, que se retiraba, explicaba sus razones, aunque hay que reconocer que el desgaste entre los corredores era más que notorio, que las explicaciones no hacían ni falta. Yo estaba cansada, pero decidida a terminar.

Llegamos a Etxegarate a las 03:54 de la madrugada (corte horario a las 07:30). Estaba unas 3 horas y media por encima (sabía que se reduciría). Recogí la bolsa de vida y me cambié de camiseta, y creo que de calcetines. Patxi revisó sus daños, tenía una llaga en la espalda del roce de la camiseta húmeda. Ahí la gente se cambiaba a culo pajarero, y vi colas y culos que hubiera preferido no ver. Mi idea era descansar, pero con semejante bullicio, era imposible pensar en dormir. A mi lado, justo coincidí con Laura (Rodríguez), una corredora vasca que conocí en la Maratón Ogro de Arnedo. Ella hacía la g2h (iba muy bien de tiempo). Yo intenté comer algo, pero tenía el estómago de aquellas maneras. Fui al baño, y un corredor a mi lado me amenizó con una serie de arcadas y vómitos (otra tónica general fruto de la alta humedad). Yo ya estaba curada de espanto. Ya por fin dejamos el avituallamiento atrás, nos chequearon a la salida para ver si llevábamos la luz roja trasera. No la encontraba, y es que la estaba tapando con la espalda.

Etxegarate, son las 03:54:36

No tardé mucho en darme cuenta de que no podía seguir a Patxi, Morfeo me abrazaba muy fuerte y necesitaba cerrar los ojos como poco 10 minutos para poder seguir sin esnafrarme contra el suelo. Así que, con todo el dolor de mi corazón, le dije que tirara. Sabía que sería imposible darle alcance de nuevo, pero también sabía que debía marcar mis ritmos. También sabía que, sin referencias, iba a ser mucho más lenta, pero lo asumí. A partir de ahí, comenzaba mi otra carrera.

Me tumbé como pude en un lateral, y unos 8 minutos después me volví a incorporar al circuito. Justo entonces pasaba un corredor, que me dijo que si no percibía el olor a animal muerto. Pues lo mismo era yo, porque tela lo que estaba sudando.

Seguí medio trotando, medio caminando, era cuestión de una hora que amaneciese, y confiaba en espabilar un poco. Alcancé el avituallamiento de San Adrián a las 07:13 (corte horario a las 10:15), y recuerdo entre poco y nada de ese avituallamiento. Comí algo y bebí, como siempre. Me tocaba afrontar uno de los tramos más espectaculares de la carrera, así como también el más duro. Parte de este recorrido se compartía con la mítica maratón de Zegama (track en verde en los pantallazos siguientes). Estaba pasando de día por esa zona, si hubiera caído en que normalmente se pasa de noche (por los cortes horarios), hubiera echado alguna foto.

San Adrián, 07:13:27

Me adentré en el túnel de San Adrián, pasando junto a una ermita. Pasado el túnel, comenzaba una larga cuesta, empinada. Me estaba entrando modorra, y en un momento dado me senté en una piedra. Dos mozas de la distancia de 90km me dieron alcance, me preguntaron si estaba bien. Estaba bien, con sueño, pero bien. Una me dio una pastilla de cafeína, y me cedió el resto que llevaba en una bolsa zip, no las necesitaba. Pero me dijo que tuviese cuidado (tomé otra, pero horas después).

Túnel de San Adrián y posterior subida (en verde, track de la Zegama)

Túnel de San Adrián y Ermita, foto de Google Maps

Seguíamos subiendo, se vislumbraba lo alto del camino (próximo al Aizkorri). Un mar de nubes nos proporcionaba unas vistas espectaculares. Llegué a una especie de refugio, donde había senderistas, y la Ermita del Santo Cristo (que no Santo Espíritu, mítica por la que pasa la Zegama). Saqué las gafas de sol, me guardé el frontal, y seguí adelante. Tocaba bajar, y menuda bajada. Yo creo que mientras intentaba no matarme en la bajada (las piedras resbalaban, al estar en la parte sombría de la montaña), me adelantaron el 80% de los corredores de cualquiera de las dos distancias que quedaban por detrás. Yo iba como buenamente podía, y, sin embargo, me resbalé, fui a parar al suelo, y con tan mala pata que frené con el antebrazo en una piedra saliente. De manera casi instantánea, me salió un bollo, que por supuesto evolucionó a moratón de todos los colores y formas. Poco a poco, poco a poco. Ya por fin alcancé el avituallamiento intermedio (todavía no era punto de control, pero al menos daba fin a esa bajada).

Refugio y Ermita del Santo Cristo, toca bajar

Avituallamiento intermedio (no es todavía el punto de control)

Me puse a trotar en la pradera verde, mientras el aire me daba en la cara y me hacía suspirar de alivio. Hacía calor, mucha calor, yo no sé ni por qué llevaba puestos los manguitos, si como mucho me los había subido una vez. Y el buff del cuello, que vale que me venía muy bien para sonarme los mocos (sí, lo reconozco), pero me estaba dando un calor en el cuello tremendo. Tiré para adelante, había un repecho de subida, y me puse a bajar. Un voluntario (o senderista, no lo tengo claro), me dijo a mí y a otro corredor que nos quedaba como una hora al avituallamiento, la primera... 

La bajada no es que fuese mala, pero tampoco estaba para muchas florituras. Alcancé el avituallamiento de Oazurtza a las 11:41 (corte horario 12:45). Es decir, una hora por encima del corte. De los nuevos cortes horarios, el de San Adrián – Oazurtza era el más justo (y que menos sentido tenía). De hecho, de manera original habían puesto como corte las 11:45, lo que no tenía sentido dadas las características de este tramo (luego lo cambiaron).

Una tregua en la bajada

Oazurtza, 11:41:25

Realmente, a partir de ese punto, el camino era muy llevadero. Se podía trotar (hubiera podido correr), aunque se juntaban varios factores: calor, humedad, y falta de líquidos. Yo notaba unas molestias considerables en la vejiga, como una presión, y sabía que se debía a que, por mucho que bebiese, lo sudaba todo. Así que me adapté a la situación, y trotaba lo que podía, pero sin inmolarme. Sabía que llegaba a meta en tiempo, y aunque quisiese llegar antes, no quería pagar un alto precio por ello.

Llegué a Mutiloa a las 14:10 (aquí no había corte horario). Me recibió Samu (el burgalés de la Canfranc Canfranc). Probablemente me había dicho que la corría, pero no me acordaba. Estaba haciendo mi distancia, pero no pasó uno de los cortes horarios (el del km 90), y estaba ahí animando a unos compañeros que corrían la g2h.

Pasé al interior del frontón, donde estaba el avituallamiento. Comí poco, porque a estas alturas de la película apenas me entraba comida. Ahí estuve un rato con Samu, le comenté que este año me había apuntado a la ultra de Tena, en plan bonus track de la temporada.

Avituallamiento de Mutiloa, foto de Google Maps

Mutiloa, 14:10:15

No me entretuve demasiado y salí de ahí. Encaré una de las cuestas del pueblo y de nuevo me adentré en los caminos. No tardaría mucho en encarar tramos de pista y asfalto, en un circuito que parecía una auténtica ratonera. Pero sabía que llegaba, me quedaban 11,5 km hasta meta, mayormente en bajada.

Lo malo de andar en lugar de correr es que el tiempo pasa despacio, muy despacio, y no cunde. Pero con las molestias que tenía, bastante tenía con ir vigilando que el pis no fuese muy oscuro. Algún corredor de la g2h me daba alcance, al fin y al cabo, ellos tenían el corte a las 5 de la tarde (yo a las 6). A la que no llegué ver fue a Elena Vera, la mallorquina de la ultra de Andorra. Corría la g2h y probablemente me había pasado hace muchas horas.

Medio trotando, medio caminando, hablándole al cielo para que alguna nube tapase el sol, que golpeaba sin piedad, fueron pasando los km. A las 15:00 me sonó el teléfono, Patxi había llegado a meta, y se iba al pabellón a descansar un rato, así que quedamos en que nos veríamos ahí. Yo estimaba que estaba a unas 2 horas de meta (y estaba en lo cierto). Tal y como le había dicho a Patxi, sus tiempos de paso en esta carrera iban a ser récords personales. Y es que estaba cruzando el arco de meta a tres horas del cierre (lo habitual otros años), con la salvedad de que él por Tolosa solía pasar a las 11:00 del sábado. En 5 horas menos, había completado el resto del recorrido.

Entre medias, un avituallamiento improvisado nos proporcionó el agua necesaria para poder llegar. Me alcanzó José Gallego, y me animó a trotar a su par, pero mi guerra era otra. Poco a poco empecé a ver Beasain, y por fin alcancé la larga recta que me llevaría a meta. Caminando mayormente, la gente aplaudía, me daba ánimos, la enhorabuena. Yo había recogido el Buff y me había quitado los manguitos. Y poco a poco, trotando sólo al final, alcancé el ansiado arco de meta, donde me esperaba Paul, cámara en mano. Nos dimos un abrazo, por fin terminaba tras 30 horas 14 minutos de carrera. Ahí estaba Samu, me hizo unas cuantas fotos y me fui a comer algo al avituallamiento que estaba ahí mismo. Me hicieron entrega de mi chaqueta de finisher, y ya me fui en la furgoneta de los amigos de Samu al pabellón, donde estaba Patxi. El cielo estaba cada vez más negro, daban lluvias.

Foto llegando a meta, cortesía de Paul Sánchez

Recta a meta

Nada más llegar, me recibió José, de Herrera. Estaba serio, y me dijo, “Vanesa, ¿cómo te ves para conducir?”. Me quedé ojiplática, y me explicó que Patxi había sufrido un desmayo (¿?) en el pabellón, posiblemente por no orinar (posible fallo renal), le habían monitorizado varios parámetros y estaban todos del revés. Le habían recomendado (más bien prohibido) conducir, así que debía tomar yo el relevo.

A ver, yo estaba molida, pero confiaba en que una ducha y algo de descanso me repusieran algo. Fui a la ducha a evaluar los daños, y los pies daban miedo. Una uña se había movido más de lo que hubiese querido, y se me había hecho una ampolla en la cutícula. Al final acabé perdiendo cuatro uñas, dos de cada pie, de las intermedias. El dedo gordo del pie izquierdo estaba algo tocado, y parte de la uña tenía ampolla debajo. Menudo panorama.

La ducha me vino bastante bien, bebí algo, estuve un rato con Samu y sus colegas, y Patxi se fue con José a recuperar sus mochilas de vida en la zona de meta (yo ya había cogido las mías). Raúl estaba en el pueblo, y me dijo que el coche de su padre se había estropeado. Al tener dificultades para llegar al tren, le dije que pasaríamos a por él (suponía algo de desvío, y no coger la autopista de pago), con la condición obvia de que condujese él desde ahí, más que nada para no matarnos.

Entre pitos y flautas se hizo algo tarde, y ya salimos con el coche. Patxi, visiblemente más recuperado, decidió conducir. Hasta San Adrián, estuvimos hablando bastante, para no dormirnos ninguno. Ya en San Adrián, Raúl tomó el relevo, y no tardamos mucho en caer muertos los dos. Ya dejamos a Patxi en casa, y cogimos mi coche hasta casa. Estaba molida.

Al principio de la carrera, decía abiertamente que quería volver para hacer el recorrido completo. A mitad de carrera, me surgían las dudas, y hacia el final, decía que no rotundamente. Conforme pasaron las horas, cambiaron esos pensamientos, y tenía claro que quería volver. ¿Cómo no iba a volver?

Ehunmilak no son los Pirineos, tampoco UTMB, pero no hace falta, porque los paisajes vascos tienen un encanto particular, único e irrepetible. No es incompatible, se pueden correr todas esas carreras. Ehunmilak es el ambiente elevado a la enésima potencia, es su gente, volcada al máximo, con todo su mimo, son ánimos en cada recoveco de los senderos, son aplausos, son avituallamientos surtidos a rabiar. Me habían hablado muy bien de ella, y ahora entendía los motivos. No es alta montaña, es un terreno muy llevadero, muy corrible en muchos tramos, pero una carrera con unas cifras muy respetables. Se nos había reducido en gran medida, pero había tocado sudar la gota gorda, y nunca mejor dicho.

Me hubiera gustado terminarla en menos horas, pero reconozco que fue una experiencia dura, donde hubo que lidiar con unas cotas de humedad considerable.

Yo doy las gracias a la organización por su celeridad en resolver la problemática de la tormenta, por su predisposición a ayudar, y por sacar adelante esta prueba tan bonita, con un mimo y cariño especial. A los voluntarios por su volcado con los corredores, sin ellos no sería posible, nos hacen llevadero la tamaña locura que decidimos hacer. A toda la gente, a cada uno de los espontáneos del camino, que lejos de enfadarse, animan, aplauden vitorean, paran los coches a nuestro paso. A mi gente por el seguimiento, sé que es una pesadilla cada vez que me embarco en estos lares, pero me hace feliz, y es cierto que no es inocuo, pero procuro tener todo el cuidado del mundo. A Paul, por todos los ánimos pre, durante y post, y por esas fotos que son todo un regalo. Y cómo no, a Patxi, por ser tan buena gente, porque todo lo que tiene de máquina lo tiene de buena persona, porque fue un lujo compartir horas, porque es un jabato y un luchador nato, y un ejemplo a seguir como persona.

Este era el gran objetivo de la temporada, un objetivo algo mermado en km, pero un objetivo soñado, peleado, sufrido, pero también disfrutado. Me queda el bonus track después del verano, la Ultra de Tena y la Ultra Pirineo. Cuando escribo estas líneas, ya ha transcurrido la primera de ellas... pero eso es material para otra crónica.