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Carreras de montaña

No, no es un error. Esta es una crónica de la Prades Epic Trail que hice a finales de 2024. Fue la última ultra de la temporada, y no llegué a hacer crónica (y la merece).

La última carrera que hice en 2024 fue también la primera del año a la que me apunté. Y es que, allá por noviembre de 2023, en pleno subidón post carrera (había hecho los 50km de la Epic), decidí apuntarme a la distancia larga. Sí, es raro, pero en 2023 acudí a la distancia de 50km (alguno más salió, también os digo), en lugar de a la de 100 km, porque estaba disparado el precio de los alejamientos, y quería simplificar la logística (podía ir y venir en el día).

El track para el 2024 difería del de 2023. El recorrido se recortaba en unos 10km, y daban alguna hora menos para finalizarla (22 horas):

Mapa

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En rojo, track de la ultra de 2023, y en azul, track de la ultra de 2024

Nada más salir, dábamos un poco de rodeo:

Mapa

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Primer tramo diferente: se da más rodeo al salir de Prades

A la altura de Montsant había unos cambios mínimos:

Imagen que contiene morado, papalote, colorido, pequeño

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Cambios mínimos en Montsant

Algún tramo posterior era algo más directo:

Mapa

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Tramo más directo en 2024

Y, sobre todo, uno de los cambios más grandes era después de La Febró, que tiraba de manera mucho más directa hacia Prades:

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Tramo más directo desde la Febró en el track de 2024

Yo, entre la carrera del 2023, y la Trail Cat de 2024, se podía decir que me conocía ya bastante la zona, entre tramos que compartían todas las carreras, y que la del 2023 no me había salido mal del todo.

No obstante, poco antes de la fecha (11 de noviembre), hicieron unos cambios en el recorrido. Había llovido bastante y había zonas comprometidas, con posibles desprendimientos. Por desgracia, esto afectaba a una de las partes más chulas, que era precisamente la que nunca había explorado (de Prades hacia Montblanc):

En azul claro, track de última hora

En concreto, nos metían un tramo de pista de unos 6 km, vs. los 3 km originales (con 368 metros de subida), ya que el tramo original era mucho más agreste y pedregoso, y con la lluvia, peligroso.

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Tramo de pista para esquivar una zona técnica

Los cambios a la altura de Montblanc eran mínimos:

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Cambios a la altura de Montblanc

Sin embargo, desde Montblanc cambiaba bastante la cosa. A la Altura de Col de Viladecabres, en lugar de tirar ya hacia La Febró, nos volvíamos a encontrar con el camino original. De ahí seguíamos hasta toparnos con el track original. Esto hacía que de 5 pasásemos a 8 km. Creo que este cambio se debía a un barranco que podría estar con demasiada agua. A mí esto de dar una vuelta y volver a encarrilar un camino por el que ya había pasado no me suele gustar. Eso ocurre en la ultra del Moncayo, con el hándicap adicional de que te topas con gente en carrera a contracorriente. No sería este el caso (fui la penúltima, ya adelanto).

Mapa

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En ese punto, la cosa cambia (en azul oscuro, tramo original)

Imagen que contiene Gráfico radial

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Tramo de unión entre Collet del Coster del Perri y Pu de glaç, común de ida y de vuelta

Y, por último, no pasábamos por El Bosquet, lo cual nos permitía pasar de un tramo de 10 km a uno de 3 km.

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En azul oscuro, tramo neutralizado de El Bosquet

Tal y como se comentaba en redes, el recorrido se había “simplificado”, o eso creía yo. No tenía una estimación de horas, pero cuantas menos, mejor, antes volvería a casa. Pero lo que en mi cabeza sonaba fenomenal, no lo era tanto ya de cara a la carrera, dos meses después de UTMB. Lo óptimo hubiera sido alguna carrera para rematar el año, pero en octubre, lo que pasa que ya no me acordaba de lo bola que se hace una ultra en noviembre (como me pasó en 2021 con la Costa Blanca Trail). Por otra parte, la carrera arrancaba a las 6 de la mañana (frente a las 5 de la mañana original), y nos daban 20 horas para terminar (hasta las 2 de la mañana). Yo esto no lo tenía nada claro, me parecía mejor opción arrancar a la hora original (y terminar antes), y lo pude corroborar en carrera. Los cortes intermedios cambiaban también, para adaptarse al nuevo recorrido.

Yo dormía la noche del viernes muy cerca de la salida, en una casa de huéspedes. La habitación era enorme para mí, y disponíamos de café por la mañana. El sitio estaba muy bien, era muy tranquilo. El dorsal lo recogí el viernes, al llegar, en el Pabellón, donde se dejaba también la bolsa de vida. O caja de vida, más bien. Yo me dejaba algunas cosas, las justas, aunque intuía que a lo sumo me cambiaría de calcetines (intuía bien).

En Prades coincidí con Jordi Besora. Lo había conocido en la Trail Cat (no terminó por no llegar al corte de la primera bolsa de vida, ya que fue con la grupeta que justo estaba por detrás de mí), e iba con muchas ganas de acabarla. Había intentado hacer la Epic de 100 km el año anterior (2023), pero se había quedado en el km 76, no recuerdo si por lesión o estómago. Este año iba con fuerzas, y además pintaba que el recorrido iba a ser más rápido, por modificaciones y por menos km. Creo que hasta pensamos que podíamos ir a la par (error). También llevaba intenciones de repetir la Trail Cat en marzo, donde volvimos a coincidir (pero eso es material de otra crónica ya publicada). También me reencontré con Mónica Crespillo, a la que conocí en la Prades del 2023, y que había vuelto a ver en marzo. Nos habíamos visto pocas veces, pero con ella he conectado al 100%. Ella corría la de 50 km, que esta vez sí eran 50 km, y no 60 como nos salieron el año anterior.

Con Mónica y Jordi

Yo no tenía muchas ganas de cenar por ahí y me retiré a mis aposentos, a comerme una ensalada de Carretilla de esas que me suelo tomar (y que me suele sentar bien). Echaba de menos a Raúl (no me creerá) porque tanta habitación me sobraba. Yo esperaba que me viniera la regla, más bien después de carrera, pero en una de las visitas al baño, vi que no: me iba a acompañar toda la carrera, fenomenal. Me había llevado de todo, porque era previsible, pero confiaba en que me “respetase” la ultra (a veces lo hace).

Ya dormí todo lo que pude, y con suficiente antelación me desperté para tomar café, ir al baño y prepararme para la salida, donde 84 corredores daríamos la salida (de 105 inscritos). Había gente potente en la salida, como Eli Ríos o Azara García de los Salmones, pero como yo estaba por detrás, no era muy consciente de los pros. Y a lo que nos dimos cuenta, arrancamos, con los frontales puestos, ya que todavía era de noche, y aún tardaría un rato en amanecer. Salí a la par que Jordi, y aún estuve manteniendo un rato el ritmo, hasta que pronto lo perdí de vista (no lo volvería a ver).

Yo corría y corría, pero me sentía pesadísima. Lo primero que hacíamos era subir al Tosal de la Baltasana, el punto más alto de Prades a 1200 m. Ya era la tercera vez que lo subía, y pocas vistas se podían disfrutar, estaba algo oscuro y con algo de niebla. Yo llevaba en la chuleta los tramos de carrera con sus tiempos límites, además de las referencias de “normal runner” y “last runner”, para ver si en carrera iba evolucionando hacia uno u otro. Habida cuenta que la carrera del año anterior la había hecho en algo más de 12 horas, esos 30 km adicionales contaba en hacerlos en 6 horas más, e irme a 18 horas, a menos si se supone que la carrera era más rápida. Mi primer obtenido en cabeza era hacer una buena carrera, llamémosle Plan A.

Pero el ovario furo es muy furo, y yo no estaba para tirar cohetes. Iba con el cortavientos (el chubasquero estaba en la mochila), y me quedaba para atrás. Alcancé el primer avituallamiento, Dineral, a las 7:54. La hora estimada de paso para un “normal runner” eran las 7:37, frente a las 8:20 del “last runner”. De momento era poco margen, pero confiaba en que esta ventaja fuese subiendo. El objetivo de una buena carrera seguía intacto, ya que podría ir remontando poco a poco.

Foto de Toni Grases

Corriendo, corriendo, creo que no tardé demasiado en quedarme rezagada. Un tramo de pista lo compartí en gran parte con un padre y su hijo, que también hacían la carrera. En el km 23 más o menos ya nos integrábamos en el track original hasta Montblanc. Llegué al avituallamiento siguiente, Águila, a las 9:59. Los tiempos estimados para un corredor normal eran las 9:33, para el último las 11:01. Bueno, estaba una hora por encima de la hora del “último”, no pintaba mal del todo. Eso sí, deseché totalmente el primero objetivo, que era marcarme un carrerón. Pasábamos al segundo, Plan B, que era aumentar la distancia sobre el corte. 4 horas para unos 25 km que llevábamos, y teniendo en cuenta que se podía correr, no sé si era muy buen ratio.

Llegué a Montblanc a las 12:30, el corte estaba establecido a las 13:30. La hora de paso estimadas para un normal runner era las 11:04. De primeras, me lié con el tiempo, y pensé que estaba ganando algo sobre el corte, más allá de la hora. La cosa pintaba que no iba a mejorar, así que pasé al tercer objetivo, el plan C, que era mantener esa hora sobre el corte horario (y gracias).

Pasado Montblanc, me tocaba retomar una parte del sendero que ya había recorrido, pero se hizo muy largo. A Rojals llegué a las 14:23 (12:50 “normal runner”, 15:32 “last runner”). La hora sobre el último paso se estaba manteniendo (poca evolución iba a tener). A Farena llegué a las 15:38 (13:36 “normal runner” vs. 16:43 “last runner”). En todos los avituallamientos procedía de manera similar, que era recargar agua si fuese necesario, y comer y picotear algo. Ya llevaba unos 50 km, ya quedaba menos de la mitad.

No sería hasta las 17:30 cuando alcancé la ruta por la que ya había pasado, yo no era ni consciente (es que ni me sonaba, y mira que había pasado), y por fin 20 minutos después me topé con el cruce que ya había tomado km atrás, pero esta vez enfilando hacia Capafons. En el cruce me animaron voluntarias a las que ya conocía de las carreras previas en Prades.

Llegué a Capafons a las 18:48 (16:34 “normal runner” vs. 19:58 “last runner”). Ahí estaba ubicada la Bolsa de Vida y el corte horario a las 20:00. Era de noche (había tenido que sacar el frontal) y yo estaba molida. No hice nada más que cambiarme de calcetines, que estaban mojados porque el terreno también lo estaba. Comí algo y no tardé demasiado en salir. No recuerdo si fue en este avituallamiento, pero le había mandado un mensaje a Jordi horas atrás. Él había pasado por Capafons a las 16:30 (y la distancia entre nuestras horas de paso iría aumentado). Me daba ánimos, aunque mis ánimos andaban por el subsuelo.

Mapa

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Confusiones en el camino

Hacía más fresco (no me había llegado a quitar el cortavientos), y dejando atrás el pueblo, y la estelada más grande del mundo, me adentré en los caminos oscuros hacia La Febró, donde llegué a las 22:03, llevando ya unos 75 km (18:43 para un normal runner vs 22:58 para el último). Llegué incluso a perderme algún km antes (a las 20:45), donde me dio por seguir recto. En el interior del pabellón de La Febró hice terapia exprés con Carmen Palacín, con la que contrasté mis sensaciones. Creo recordar que estaba Luis de Los Mejores Guerreros como voluntario. El corte era a las 23:00, así que no tardé mucho en salir para enfrentarme a los últimos 10 km (alguno más, seguro) todo “rectos” hasta meta. Antes de salir, me dijo un voluntario “que me iba a mojar un poco” debido a que había bastante agua en algunas partes del camino. Yo pensé que estaba exagerando.

2 horas me costó llegar hasta el avituallamiento de Gritella, llegué a las 00:00 en punto, y eso que apenas me separaban unos 7 km entre ese punto y el anterior. El corte estaba establecido a las 00:45 (había perdido algo de tiempo en el tramo, por lo que ya me conformaba con terminar). Resulta que era verdad que había que pasar por zonas del camino inundadas por el río. Los primeros cruces fueron fáciles y me hicieron pensar que no eran para tanto, hasta que en uno de ellos observé que el agua me llegaba hasta media pantorrilla. Ahí decidí descalzarme, quitarme los calcetines, cruzar al otro lado del río, y tranquilamente, volver a calzarme, evitando mojar las zapatillas. Esta ocurrencia que tuve aquí, no la tuve meses después en la Trail Cat, donde precisamente pasada La Febró, me volví a mojar nada más salir. Jordi me comentaría después que el cruzó sin descalzarse. Lo que no sabía era que ese cruce iba a ser una broma con lo que viví en marzo de este año.

Es cierto que ya quedaba poco, poco más de 3 km. En el avituallamiento me dijeron que era la penúltima (sorpresivamente, había un corredor más atrás). El avituallamiento estaba montado en una carpa en medio de la noche, y desde luego que poco se podía ver. Comí muy poco y ya salí de ahí, para emprender los km que me quedaban.

Ya me estaba adentrando en Padres, cuando a mi par salió Zaid Ait Malek, corredor de larga distancia marroquí que es todo un fiera. Había corrido, pero había abandonado, le di la enhorabuena porque se había subsanado el tema de una sanción por una carrera previa (Desafío Somiedo) y él, élite, no dudó en acompañarme los últimos metros hasta meta, que por fin atravesé a la 01:04. Yo creía que una hora por encima del corte, pero ahí me dijeron que habían reducido media hora el corte final.

Interfaz de usuario gráfica

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Llegando a meta

En meta, me recibieron un montón de voluntarios, así como Jordi Besora, que había terminado la carrera algo antes de las 10 de la noche. Mónica Crespillo se había marcado un carrerón brutal en algo más de 6 horas (ya no la pude ver), y por detrás de mi sólo quedaba un corredor, que entró algo pasadas las 19 horas y media de carrera.

Ya sin más dilación, me dirigí al pabellón, donde recogí mi caja de vida (que no bolsa), y donde comí algo caliente antes de emprender la vuelta a casa. Desde luego que era consciente de que eso podía pasar y que se me podía hacer tarde, pero bueno, había que amoldarse a la situación. Me tomé dos cafés bien cargados, para espantar al fantasma del sueño, y después de un rato de charla con Jordi, me fui para el coche para emprender la vuelta a casa. Llegué cerca de las 4 de la mañana, creo recordar, me duché y me fui a dormir, molida.

Así terminó mi (casi) última carrera del 2024. Digo “casi” porque me quedaba la Carrera de Empresas, aunque eso fue más improvisado. Ratificó lo que yo ya sabía en 2021 (después de hacer la Costa Blanca Trail), y es que noviembre es un mes regulero para las ultras. Es cierto que había empezado a las 6 de la mañana y acabado la noche del sábado, a la 01:00, pero, habiendo usado el frontal al principio, como al final unas cuantas horas (bastantes horas), la sensación psicológica de (casi) dos noches, estaba ahí. Me hizo replantearme las carreras, y dejando las largas hasta octubre (lo he cumplido en 2025).

Al final fue una carrera en la que tuve que tirar de épica, porque la cabeza no había parado de decirme “lo tarde que se me estaba haciendo”, por no hablar del ovario furo, claro. Pero Prades es mucho Prades, es una joya que descubrí en 2023, y me gusta volver, siempre que puedo. La carrera es impecable, la organización de lujo, y los voluntarios, qué puedo decir de ellos. Son geniales, ya me tratan como si llevara aquí toda la vida.

Escribo esta crónica habiendo vuelto a Prades para la Trail Cat de 2025, pero sin idea de volver para la Epic de noviembre (a ninguna de las distancias, y eso que barajé la posibilidad de hacer los 50 km). Una Epic que, por cierto, se va a acortar en parte (hasta los 82 km en la distancia más larga), y es que, ya os lo digo, las ultras son para el verano (y noviembre ya no es verano precisamente). Eso sí, si tengo una nueva oportunidad, seguro que vuelvo a la zona, así que, no sé cuándo, pero volveré seguro.

Cortes horarios antiguos

Cortes horarios nuevos

Tabla

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Mis tiempos de paso

 

 

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