A la 1:21 de la madrugada, alcancé por fin el refugio de Cornudella, bolsa de vida que tanto ansiaba. El interior había cambiado algo, y me encontré con Bernat, el amigo de Fonsi con quien coincidí en UTMB. Venía a apoyar a un amigo. Ahí había conexión a internet (y cobertura en general), y pude comprobar que Jordi me había leído y escrito (también le había mandado un audio después del cruce múltiple por el río), y que había pasado hace tres horas por ese punto. Evidentemente, hace horas que me planteaba la carrera en solitario, y no aspiraba a recortar tiempo (más bien lo contrario). Aproveché y me cambié de ropa por completo, incluidas zapatillas. Me tomé un par de cafés y comí algo, recargué lo que pude las baterías. No tenía un sueño tan abrumador como para echarme a dormir, aunque algunos de mis compañeros de carrera si que se echaron una buena siesta (y me acabarían cogiendo bastante ventaja después). Yo es que llevaba algo de mosqueo con el tema de horas de corte, como que no me cuadraban demasiado. El año pasado el corte horario en la bolsa de vida eran las 5 de la mañana, y este año a las 08:30. Estaba pasando con mucha mayor antelación, pero es que me daba la sensación de que los cortes se alargaban hasta la Ermita de Puigcerver, y que la cosa se complicaba en tiempos pero pasado ya La Febró. O una de dos: o realmente lo más complicado había pasado (o me quedaba poco para ello), o el tramo desde La Febró realmente era mucho más sencillo. Bueno, quizá fuese un combinado de ambos factores: técnicamente, desde La Febró hasta meta era más corto y con menos desnivel. Yo había tardado la vida entera en llegar a meta desde La Febró, pero con un track diferente, poco podía especular.
Me tomé el lujo de estar algo más de una hora, y comenté con uno de los voluntarios la problemática del río. Parece ser que el track se había diseñado a golpe de gpx studio y “zonas calientes”, pero las lluvias habían complicado la orografía, y de qué manera. Me pusieron una baliza gps, porque la aplicación de LiveTrail me estaba fallando más que una escopeta de feria.
Y ya seca por completo, y habiendo cogido algo de fuerzas, abandoné el avituallamiento, con ganas de afrontar lo que me quedaba. De primeras, me lié menos que el año anterior. También pisé menos barro, afortunadamente. En un momento dado me encontré con Bernat, justo dejaba a su compañero y me acompañó un trozo. La noche no era mala del todo, y, sobre todo, no llovía. Me despedí de él. Pero aun con todo, me volví a confundir, tiré recto donde no era, y llegué a un punto de no retorno:
Por aquí no es
Antes de llegar Torroja del Priorat, traté de esquivar algunos tramos anegados, creo recordar, porque no se entiende que me saliese del camino:
Torroja del Priorat
Y volví a liarme a la salida del pueblo, justo en el mismo punto que el año anterior. Supongo que era un sendero demasiado aparente como para no seguirlo, pero visto lo visto, un sendero sin salida.
Senderos a ninguna parte
Me vuelvo a liar
A partir de ese momento, la tónica habitual a lo largo del día sería tener muchas ganas de mear. Vale que me había tomado alguna pastilla de sales, pero no muchas, pero el caso es que cada dos por tres me entraban ganas de hacer pis, menos mal que estaba sola. No tardaría mucho en amanecer. Me tocaba llegar a Porrera, y aunque el año pasado me había liado entre los viñedos, y esta vez lo tenía muy claro, un poquito antes d ellegar, me lié, pero mínimamente.
El año pasado me metía entre viñedos, este año no
Liada mínima
Alcancé Porrera, y a la salida del pueblo, me entró un frío tremendo. Me tuve que poner alguna capa adicional. Lo siguiente que me tocaba era subir hasta los molinos de viento, y de ahí a la base de vida de la ermita de Puigcerver.
Frío a la salida de Porrera
El año pasado me tocaba meter el turbo para poder llegar. Este año, se juntaron un par de factores que me ralentizaron cosa mala: tenía mucho sueño y llevaba los cuádriceps cargados, con cansancio acumulado de días atrás por trabajo. A ratos trotaba, y no tardarían mucho en alcanzarme los compis de la siesta gorda en el refugio anterior. Yo sabía que por cortes horarios oba bien (aunque seguía con la mosca detrás de la oreja). Tenía hasta las 19:30 para llegar al refugio, pero evidentemente, pintaba que iba a llegar antes.
Eran las 9 y media de la mañana, y me lié nuevamente en uno de los giros del camino. Me di cuenta pronto:
Me doy cuenta pronto del error
Pero a las 11 de la mañana, pensando que tenía ya cerca la ermita, me lié a lo grande. En lugar de caminar entre los árboles en un sendero que me parecía confuso, me tiré a una pista a mi derecha. La seguí hasta que llegué a un punto de no retorno, y tuve que volver sobre mis pasos. Esa parte la tenía prácticamente olvidada del año anterior.
Callejón sin salida
Por fin, a las 11:27, alcancé la ermita de Puigcerver. Entré en su interior., había mucha gente, senderistas y algún corredor. Volví a coincidir con el señor del poncho, que decía estar muy bien (atrás quedaban los cruces por el río). Yo no me cambié de ropa, sólo los calcetines. Estaba cansada, comí una sopa caliente, y me dijeron que si quería butifarra, y me animé. Pero cuando vi la pedazo de butifarra, se me volvieron los ojos del revés. Comí un poco, pero era imposible terminarla (y eso que estaba bien buena). Les pedí que me la metieran en pan, y la guardé en la bolsa de vida, para cuando ya llegase a meta. Un corredor a mi lado hacía cábalas con lo que quedaba de carrera (era de la de 50). Su pareja me hablaba, pero no entendía una pija, me hablaba en catalán y no entendía nada.
Esto es una butifarra y lo demás tonterías
Recargué baterías, descansé un poco, me masajeé las piernas con árnica, estuve charrando con una fisio, intenté dormir un poco (sin éxito), fui al baño... Así hasta transcurrir una hora y cuarenta minutos. Tenía un margen más que de sobra sobre el corte horario, pero sabía a ciencia cierta que no sería el mismo colchón para cuando llegase a meta. Lo que me quedaba por delante era conocido, y relativamente sencillo, o eso creía yo. Pero los cuádriceps los llevaba muy cargados, y tendría que adaptarme a esa situación. Jordi había pasado por ahí a las 8 y pico de la mañana (no lo sabía), pero sería a partir de ese punto cuando la separación horaria se haría mayor.
No quise eternizarme, y ya salí del refugio, para enfilar una de las partes más sencillas del recorrido, antes de llegar a la zona encañonada previa a La Febró. El sueño me atacaba, y tuve que tumbarme brevemente antes de salir de Alforja. Pero un siseo a mi derecha (¿una serpiente?) me quitó las ganas de descansar: