Triatlón de Tarazona y Half de Salou 2017: crónica de un primer plato con aperitivo

sergiopineta
Triatlón y Duatlón
06/06/2017



1. El aperitivo

Pues sí, esta es una crónica 2 en 1, que desengrasa y lubrifica el listado de crónicas triatleteras de 2017. La primera y espero que no la última. Este año la sección tripartita de los Andandaeh, siempre por razones ajenas a la voluntad (lesiones varias que acabarán pasando y harán que nuestros compañeros vuelvan con ánimos renovados y con ganitas de dar cera al personal), me ha pasado el testigo del neopreno, el pedal, la zapatilla y la tecla, así que ahí va el tocho.

Tres cuestiones fundamentales hay que recordar: la primera es que el plato fuerte llega para mí en octubre (226km, que me da cosica llamarlo por su nombre) y hasta entonces hay que ir abriendo apetito con unos cuantos tris variados, sin forzar demasiado, por eso de ajustar la logística, pifiarla menos en las transiciones, ir perdiendo el miedo escénico y ponernos a tono; la segunda, y más importante, es que el triatlón me pone, y como la temporada es tan corta, no vamos a desaprovechar todos aquellos que queden a tiro; la tercera es que llegará el día en que llegue un día pero hoy no es ese día (esto siempre he querido decirlo en público).

El de Tarazona es un triatlón olímpico que hice el año pasado y me encantó: recorrido duro y cuidado, gran ambiente en la ciudad, buena organización. Este año tenía claro que lo iba a hacer mejor porque ya no como garbanzos precocinados del Mercadona, eso sí, sin exprimirme del todo porque una semana después tenía el Half de Salou. La idea era regular en natación y bici y después quemar el cartucho en la carrera. El petardillo final.

En Tarazona quedé con Triatleta de Barrio y Sra. Pi para organizar bártulos, tomar un café regulador del tránsito intestinal y subir hasta la T1 en el pantano del Val. Eran las tres, no había ni una sombra y la crema solar ya me escurría por la cara antes de poner el neopreno. El cambio de horario a las tres y media de la tarde no me convence mucho. El agua sin embargo estaba fresquica, así que se agradeció mucho empezar. Como siempre me pongo al final, que es donde está mi sitio en este sector. Tan al final que cuando dieron la salida todavía estaba haciendo pie en la rampa de acceso (nota mental para Salou: corrige este error, chato).


  
Secuencia fotográfica a la inversa. Nótese una cierta prestancia en todas las imágenes.

La natación va bien para mí aunque regulera para lo que es el triatleta medio (me salen 1650 metros en 35 minutos). Que me adelanta todo quisque, vamos. La rampa de subida a la T1 la hago corriendo entera solo porque al final hay fotógrafos y público y yo se lo debo todo a mis followers. El neopreno se me resiste un poco y tal pero allá voy: ¡a dar pedales! Estoy intentando meter las calas cuando veo a una juez de la federación que me grita no se qué levantando los brazos. ¿Es a mí? ¡La línea de montaje! ¡La línea de montaje! Mecagüentoloquesemenea… me bajo de la bici y me redacto la segunda nota mental para Salou: subirse a la bici después de la línea reglamentaria, chatín.


​La prueba de la colada antes de la línea de montaje. Empanado pero con prestancia.

La bici arranca con 12 kilómetros seguidos de subida. Empiezo a poner ritmo palillero y voy cogiendo a un montón de gente. No me adelanta nadie, lo que tampoco tiene mucho mérito considerando que detrás solo hay cuatro gatos. La primera chica que adelanto en el kilómetro uno engulle un gel y tira al suelo la cinta de carrocero con la que lo sujetaba al cuadro, con tan mala suerte que va a parar a mi rueda trasera. Plac, plac, plac, plac plac… Llevo un pegote ruidoso y pegajoso que no logro quitar en marcha porque casi me dejo los dedos en un par de intentos. ¿Qué hago, me bajo aquí?, ¿lo quito en mitad de la subida?, ¿ahora que voy con ritmo palillero y estoy adelantando por un tubo y voy alto de moral? Ni de coña. Espero a que empiece el descenso y me paro. Plac, plac, plac, plac… La gente a la que adelanto me mira con cara rara, hasta uno me grita “Cooooo, que te hace ruidera la bici!!!” Plac, plac, plac, plac… “¿De verdad?” Justo antes de la bajada me paro en un lado de la carretera y quito la cinta de carrocero. La dejo en el asfalto por si el karma quiere regalar a la chica que la ha tirado un bonito acompañamiento musical cuando pase por ahí. Al final del descenso engancho a un chico y le propongo ir dando relevos en ese tramo de llaneo con viento en contra. Se nos unen otros tres casi al final. Está bien descansar un poco a rebufo aunque me escribo otra nota mental diciéndome que chupar rueda no es el entrenamiento ideal para un futuro hombre de hierro y tal. La borro enseguida.

En el último repechillo pillo a Sra. Pi que me había adelantando nadando a pesar de salir 5 minutos después y comenzamos la bajada final a Tarazona. En la T2 hago un cambio rápido y empiezo a dar las primeras zancadas. El circuito de Tarazona tiene un par de pechugazos por el precioso casco viejo y me doy cuenta enseguida de que los cuádriceps me van a salir despedidos si no aflojo el ritmo en la subida. Nota mental: en Salou controla las sales, salao. Hago la primera vuelta con mucho cuidado, cuesta arriba al paso de la abuela, apretando y aflojando todo el rato según los músculos de las piernas me amenazan con acalambrarse. En la segunda vuelta la cosa mejora un poco y en la tercera lo tengo casi dominado. Aprieto en los últimos dos kilómetros con cara de velocidad y me sale una media final a pie de 4:39, que me deja más feliz que una perdiz. He hecho casi un cuarto de hora mejor que el año pasado y sin dejarme los higadillos. Nos hemos ganado la ducha caliente y el piscolabis. Ahora a pensar en la semana de entrenamientos tranquilitos antes de Salou.

 

2. El primer plato

Bueeenooo… Pues ya estamos aquí. Después de la pifia del año pasado, y de haberme resarcido luego en el half de Ampuriabrava (aunque no fuera lo mismo), tocaba vernos las caras con Salou otra vez. Medio iron ideal por su ambiente promaño, la localización, el mar, y sobre todo el recorrido en bici… hasta que decidieron cambiarlo. Un recorrido veloz en bici por autovía a una única vuelta se convirtió en un recorrido por un mix variado de carreteras a cuatro vueltas, con tufillo a gaseoducto y rotondas variadas por Salou. Como en las redes sociales la gente ya se ha quemado con el asunto y me da pereza hablar de ello, bastará decir que los del Challenge se han cargado una prueba bien bonita. Veremos el año que viene cuáles son las consecuencias de haber dado una puñalada trapera a tantas personas ilusionadas con el gran objetivo de su temporada. Puestos a pensar mal imagino que el dinero del corte de la autovía que tendrían que haber hecho en Salou lo han destinado a cubrir los gastos extras de la franquicia en Samorin con la parafernalia del campeonato del mundo, sus ‘caterins’ estelares y sus ‘briefins’ en salón chill-out con cervecita incluida.

La consecuencia principal para mí es que de haber salido a las 7 de la mañana a nadar me tocó hacerlo a las 10 porque la organización no quiso acumular tanto ciclista en un recorrido minúsculo. Ecuación fácil: tres horas de retraso en la salida = empezar a correr tres horas más tarde con todo el solazo. En fin… sin palabras.

El ambiente en Salou el sábado no era malo a pesar de los 350 inscritos que decidieron no presentarse a la prueba. Por la mañana pasé de charlas técnicas y me fui a la playa con mi señora a disfrutar del agua y el sol, como Alfredo Landa en cualquiera de sus películas buenas. Por la tarde recogida de dorsal y check-in de bici y material. Después, pizzería, cerveza, heladito y paseo junto al mar, que por su aspecto prometía una natación sin problemas.

 

  
Luciendo colores y prestancia por la playa de Zaragoza

Por la mañana me desperté con toda la calma del mundo. A los que nadábamos tarde nos abrieron una puerta al parque de las bicis de 8 a 8:40 para revisar las ruedas y dejar los botellines, así que me dio tiempo tranquilamente a desayunar en el hotel, preparar las cosas de comer y beber, y darme un paseíto hasta el paseo marítimo para ver el ambiente antes de dejar todos los bártulos a punto.


La alimentación ideal del triatleta. Lo sé, faltan los plátanos.
 

Con esto de que tenía todo el tiempo del mundo, cuando miro el reloj en el hotel veo que son las 9:38. ¡Mecagüentoloquesemenea otra vez! ¡Que salgo a las 9:50! Menos mal que el hotel está a 50 metros de la salida. Con el neopreno por la cintura salgo pitando a la calle, dejo la bolsa en el guardarropa y me dirijo corriendo a la salida en compañía de otros dos triatletas organizados y meticulosos como yo. Me dicen que las salidas van con 10 minutos de retraso así que me calmo un poco y dejo de correr como los pingüinos, aunque a esas alturas ya he sudado la gota gorda. Uno de esos chicos me cierra el neopreno (como el ojete, porque me salió una rozadura elegante) y me sitúo detrás del grupo tras haber probado el agua. Me pongo el tapón en el oído, me pongo el gorro y, anda, tú, en el suelo hay unas gafas iguales que las tuyas llenas de arena. Nooooooo, son las tuyas, capullo. “Un minuto para la salida, chicos”. Mierda, ¿qué hago? ¿me da tiempo a ir a la orilla a lavarlas? ¿no me da? No te lo pienses que vuelan los segundos. ¿Sí? ¿No? Sí, sí, espera que voy… bueno, no, que las lavo al salir y me las pongo al trote. ¡Cañonazo de salida! Veeenga p’allá, corre, corre, que te enturbian el aguaaaa. Doy un aclarado a las gafas mientras avanzo saltando las olitas y me las coloco rápido. Chapuzón y a disfrutar la natación compañero.

Las primeras brazadas las hago con el corazón a cien. La primera boya se acerca en un suspiro (metáfora subjetiva visto lo paquete que soy en este sector), pero enseguida noto que el agua me entra al ojo izquierdo. Bah, es una gotica, nada más. Sigo nadando. Jodo, como escuece la gotica. Giro en la boya a la derecha. Ahora la gotica ya es del tamaño de medio chupito. Bah, cierro el ojo, que miro con el derecho que es el lado por el que respiro. No se va mal del todo, puedo aguantar y no voy a parar que llevo ya ritmo palillero. Cagüentoloquesemenea, qué mierda es esta, ¿harás toda la natación como Willie el Tuerto? Te vas a tener que parar, salao. Venga, me paro. Vacío las gafas de agua y a seguir. Nooo, ¡me entra agua otra vez! Segunda parada, esta vez más cuidadosa para dejarlo todo en su sitio. Ahora sí, ahora es la buena. Empiezo a bracear todo nervioso cuando se me cruza un tío hacia la derecha. Lo dejo pasar y sigo recto. Otra vez se me cruza hacia la izquierda. Tus muertos. Lo dejo pasar y el tío se me viene otra vez hacia la derecha. ¿Qué pasa me hace zigzag a idea? Me enfado tanto que decido darle un codazo si me lo hace más de siete veces pero no llega a hacer falta. Me relajo un poco y sigo sin mayores problemas. Es curioso que el sector que peor se me da me parezca el más bonito, pero supongo que la cadencia y el balanceo del agua me retrotraen inconscientemente al útero materno con su líquido amniótico y bueno, ¿algún psicoanalista en la sala?

Salgo del agua en 40 minutos. No está mal, chaval: han sido más de 2000 metros, así que la media es de algo menos de dos minutos el cien. ¡Vamos que nos vamos, a la T1!


  
Yo soy el del besito, no el piloto de la primera guerra mundial en primer plano

 

Cojo la bicicleta y empiezo dar pedales. Al ser un circuito a cuatro vueltas no hay forma de saber si los que adelantas son de tu grupo de natación o llevan ya tres vueltas de ventaja. Da igual no tener referencias. Mi idea es la de llevar un ritmo alegre sin exprimirme del todo y dar lo que me quede en la parte a pie. Me propongo mantener la media de 32km/h. Me noto muy bien y sé que podría ir más rápido, pero me repito mentalmente el mantra laboral de Nacho Vidal: “retener, retener, retener”. Este half es un test y quiero ir en progresión, de menos a más. La preocupación para mí es comer bien y tomar sales a su hora para no tener sorpresas corriendo. Todo transcurre con normalidad, excepto por Cristophe, que durante un rato me chupa rueda descaradamente a un metro de distancia para luego pegarse un arreón y volver detrás de mi rueda en los repechos. Así varias veces seguidas hasta que se queda atrás. La bici se me pasa también volando (en realidad salen un total de 84kms), y llega la hora de la zapatilla.

 


Los acoples me llegaron por correo al día siguiente

 

Cuando me bajo de la bici no me lo creo: ¿dónde están mis piernas? ¿No me tenía que doler algo? Nunca me había puesto a correr tan alegremente tras la bici. Empiezo el trote y voy mirando el ritmo en el reloj: 4.10. 4:15, 4:05, 4:20… Este cacharro no funciona, no puede ser que vaya a esta velocidad sin enterarme. Hasta estoy por preguntar a otros corredores con los que me emparejo qué ritmo les marca a ellos porque pienso que el suunto se ha desconfigurado. Soy consciente de que debo relajarme un poco pero las piernas van solas y no consigo frenarme demasiado. Así me salen los 5 primeros kilómetros a 4:22 de media. Después el mazazo del calor me cae encima y empiezo a notarme pesadísimo, aunque procuro mantener constante el ritmo con una media final de 4:50. Las sensaciones durante la carrera, a pesar del calor asfixiante, son eufóricas, sé que voy a acabar bien, como me hubiera gustado el año pasado, y me emociono tanto que en un giro casi me despisto y me meto hacia meta antes de tiempo. 

 



Qué calor, maña

 

Son casi las tres de la tarde y estoy por acabar, me sobra todo y no puedo con la mezcla de calor y humedad. Hace rato que llevo la cremallera bajada, pido que me rieguen con la manguera a cada paso por el avituallamiento y cojo dos veces por vuelta una botella de agua para echármela por la cabeza y el cuello. Voy al límite por el calor, no por las fuerzas, lo que me hace estar contento porque sé que de haber salido a la hora prevista todavía lo estaría haciendo mejor. Entre el subidón de moral que eso me da, la satisfacción de haber dosificado con cabeza todo el esfuerzo, y la peñita del Octavus animando en la última curva, me emociono y entro en meta con mirada borrosa y los brazos en alto. Toda una liberación. 4 horas y 49 minutos aunque con dos kilómetros menos en el circuito a pie. Objetivo cumplido, y en progresión, como yo quería: el 559 nadando, el 467 en bici y el 367 al final. A brindar con una jarra helada de cerveza, ea. El primer plato nos lo hemos comido entero, ahora a hacer estómago para el segundo.


Fotogramas de la película “Un tío contento en traje de licra”



Dos minutos después. Asado, frito y cocido como un pollo, pensando “Con calor vuelve a correr su puta madre”

 


Y quince minutos después:”hombre, pues con lo que mola esto del postureo igual sí que vuelvo”.

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