El año pasado, aunque estaba con sueño, subí con menos calor. No es lo mismo subir a las 6 de la tarde que a las 3 y pico, y se notaba. Yo le ponía ganas, pero el cuerpo no tiraba, Bueno, tiraba, pero lento. No era la única. El corredor de los pantalones floridos, aunque iba a mi par, acabó tirando mucho más. Me paré un segundo a descansar, y proseguí enseguida. Venga, un poco más... Y por fin alcancé la parte más alta. Eran las 17:19, frente a las 20:19 del año anterior. A pesar del calor, había hecho este tramo en 24 minutos menos. Le pedí a los voluntarios del control si podía entrar en una de las casetas de plástico que había ahí (y donde guardaban material) para cerrar los ojos 5 minutos, me dijeron que sí, ya que en lo alto del collado hacía fresco y no quería coger demasiado frío. Tras esa mini parada, emprendí la marcha hacia el control de La Peule, situado a 3,6 km y 448 metros por debajo. La bajada no es muy mala, no ese tramo, pero es cuando empecé a notar que algo no iba demasiado bien en mis tripas, y sospechaba que era por la coca cola chunga que me había ido pimplando sin conocimiento.
En el avituallamiento de La Peule, que alcancé una hora después, más o menos, comí algo, y decidí no echar más coca cola a los botellines. El siguiente tramo antes de La Fouly fue un tanto infernal.
Control de La Peule
Son apenas 6,3km y 533 metros de bajada, pero es un terreno que se me hizo algo bola, al menos al principio. Un sendero estrecho, en algún tramo resbalaba, pegado a la roca. Como venían corredores, me paraba para que pasaran, pero tampoco podía hacerlo todo el rato porque era un continuo de corredores (que no es como en las ultras del Pirineo), que es lo que tiene estar en un tiempo de paso razonable. Alcancé una edificación, y cuando vi que no pasaba nadie, me paré e intenté vomitar, pero nada.
Mal cuerpo
Seguí bajando, no quedaba mucho para la Fouly, que por fin alcancé a las 19:42 (22:24 el año pasado). Este tramo me había salido algo más lento, y es que el año pasado ya me tocó meter el turbo, ya que el corte horario era las 22:30.
Entrando al avituallamiento de La Fouly
Llegué a la Fouly y directamente, tras recargar agua, me fui al baño para hacer lo que esperaba me mejorara el cuerpo. Y es que lo odio profundamente, pero tenía las tripas revueltas (mucho), y sentía en el alma que me tuvieran que escuchar en el baño de al lado, pero me tocó vomitar. Era la primera vez que me pasaba en carrera (tengo un estómago a prueba de bomba), pero la coca cola de las pelotas me había sentado mal no, fatal. Costó, y desde luego que no era el mejor panorama, pero por fin salí de ahí bien, ya algo pasadas las 8 de la tarde. Confiaba en el que el estómago se asentase.
Zona de La Fouly
En esto que me estaba preparando, sacando de nuevo el frontal, guardando las gafas de sol, cuando volví a oír la voz de Elena, que justo entonces me pasaba. Yo la vi muy bien (no sabía que las había pasado putas con un bastón cuya punta se había roto), y ya me despedí de ella, sabía que no la volvería a ver (y tanto que no, me sacó dos horas, fue de menos a más). Yo estaba todavía recomponiéndome un poco, pero lo bueno es que el colchón de tiempo era tan notorio que me podía permitir el lujo de parar.
La mente humana es curiosa. Yo había tramos que recordaba a medias, pero el que venía a continuación lo recordaba palmo a palmo, y no era para menos: era el último tramo que pude correr el año anterior. El último, y con los escobas a un cm, recordaba perfectamente cada piedra, banco, recoveco. Esta vez no me la colaban, no. Corrí, corrí con ganas, con muchas ganas. Tuve otro amago de náuseas, falsa alarma. Corrí donde pude, me moderé en el sendero pegado a la roca, con una cadena de paso y todo (no era para tanto). El banco de la otra vez donde me tumbé, la piedra de la siesta donde me volvía tumbar y me alcanzaron los escobas... ahí seguía todo. Seguí corriendo, hasta alcanzar un giro a la derecha en medio de los árboles.
Giro a la derecha en medio de los árboles
Recuerdo que, en ese tramo, el año anterior, estaba sola, con los escobas más atrás (acompañaban a una chica asiática que había estado vomitando y que se retiró a la vez que yo). Me tocaba pasar por calles de pueblos desiertos. Esta vez la hora no tenía nada que ver. Y aunque poca, había hasta alguna persona por la calle. Y corredores a mi par.
Pueblos con algo de gente
Seguí corriendo hasta cruzar el control en medio de la nada (Praz de Fort, 8 km más adelante, 494 de bajada), y afronté la última subida, esto es, 5,7 km con 433 metros de subida. Y es que este tramo es bastante largo, pero esta vez iba con la mente muy centrada, y con los deberes hechos.
Control en medio de la nada
Y empecé a oírlo, era el avituallamiento, el más odiado, Champex Lac. Entré con paso firme, cabreada como una mona, hablándole a la cámara (“Esta vez no me echáis, no”). Iba con el recuerdo del año pasado, cabreada, pero no había motivos esta vez.
Ya queda menos
Entrar a las 23:29 de la noche frente a las 2:31 de la madrugada no tiene nada que ver. En 2023 el panorama era desolador, un avituallamiento prácticamente desierto, helador. En esta ocasión, el avituallamiento estaba a reventar, lleno de corredores sentados a las mesas, muchos con asistencia, comiendo, descansando.