PRADES EPIC TRAIL (59km, 2700m D+)

la_hansen
Carreras de montaña
07/03/2024

A la Prades Epic Trail me apunté prácticamente a la vez que la Ultra de Montsant. Sin embargo, aquí me surgieron “dudas”, ya que había dos distancias grandes, la 50k y la 100k. De cabeza me hubiera ido a la de 100 km (ande o no ande, caballo grande), pero había factores que me echaban para atrás: lo primero que era en noviembre, y a esas alturas del año, se me quitan bastante las ganas de hacer el canelo por el monte de noche, lo segundo, que el tramo de pago ya era el más caro, y lo tercero, que me obligaba a reservar hotel para lo noche del viernes, y la disponibilidad era bastante escasa, por no decir inexistente.

Estuve echando un ojo al libro de ruta, me surgían algunas dudas de las horas y los límites horarios, y en cuanto la planteé online, me llamó uno de los organizadores. En la organización estaba también metido Quique Santamaría, al que ya conozco de la Ultra de Guara Somontano, así que eso me garantizaba que el recorrido me iba a gustar, y que, sobre todo, la organización iba a ser impecable.

Pasaron los días, pasó la Ultra de Montsant, con un calor más que notorio, y llegaron los fríos, que es lo normal, llegó el día. Como ya hice en la anterior ultra, iba y venía en el día. Aunque la distancia a Prades era algo mayor, en principio se llegaba algo mejor (hasta Lérida y desviarse). Para llegar a Ulldemolins, me lié un poco (o me lió el navegador) y cogí demasiado tramo de carretera mala por ahorrarme unos pocos km. Pero como salí con suficiente tiempo, acabé llegando con suficiente antelación. Aparqué en la entrada del pueblo, sin complicarme la vida. El parking no era de pago en ese momento. Estaba lloviendo ligeramente, tal y como decían los pronósticos, y se percibía la niebla.

Fui hacia el local de entrega de dorsales. Recogí el dorsal, y al final acabé preparando las cosas con la intención de dejar la bolsa de ropa en el servicio de guardarropa (así me evitaba ir al coche para buscarla después). Hacía fresco, pero llevaba mallas cortas, pero me había puesto manguitos y un cortavientos que es pelín chubasquero (uno de Dynafit, cómo no), porque transpira mejor. El pelo, recién cortado, lo llevaba suelto (error).

Ahí coincidí con unos cuantos corredores que había visto en Ulldemolins, entre ellos Xavi, el chaval que tenía boda después. Le expresé que deseaba hacer la carrera en 10 horas, pero que muy probablemente me movería en un ahorquilla de 10-12 horas. Ya veríamos conforme pasaran los km. Yo estaba con la regla, la muy cabrona se había retrasado lo justo para pillarme en carrera, así que iba a tope de Naproxeno y con idea de tener que cambiarme en carrera. No quedaba otra. Yo me había llevado además los bastones viejos, que tenía desahuciados, ya que aún no había arreglado la punta del Black Diamond (y lo que te rondaré morena). Una mujer me explicó que probablemente podría apañarme yo misma a quitar la punta, que ella lo hizo sumergiéndolo en agua caliente (escribo esto y aún lo tengo pendiente de hacer). Por ahí estaba Mariano Navascués, ejercía de speaker de lujo.

No sé qué pasó que vi sangre en la mesa, y era y, me había hecho no sé muy bien cómo una herida en el dedo, y no paraba de sangrar. Al final me puse un trozo de cinta adhesiva (de la obligatoria en el material) y la puse con fuerzas, a ver si frenaba en seco, porque no había forma. Pues sí que empezaba accidentada la cosa...

Y ya sin más dilación, después de la visita de rigor al baño (los nervios nunca me fallan), me puse en la salida, donde no paraba de chispear. Con suerte, entraría en calor pronto. Y a lo que nos quisimos dar cuenta, salimos escopeteados, eran las 9 de la mañana. Entre nosotros estaba Oihana Kortázar, que sería la flamante ganadora femenina. Por delante, algo más de 50 km, y un límite de 15 horas para completarlos. Yo llevaba como siempre mi tabla de cortes horarios. En este caso, además de los teóricos puntos de paso del primero, la organización había puesto a nuestra disposición otros tiempos orientativos en función del ritmo esperado. Yo me puse en la tabla la información de km y desnivel de cada uno de los tramos, y, además, la hora de paso para terminas las 20:17 (12 horas de carrera) y los puntos de corte. Luego ya veríamos lo que salía realmente, pero por lo menos me hacía una idea).

Comencé a correr con muchas ganas. Los primeros km salían solos, el terreno era muy bueno, y muy pistero. Ahí más o menos fui coincidiendo con varios corredores de la carrera de Ulldemolins. Una pequeña subida, una bajada por pista... Los ritmos eran alegres, aunque la meteorología era algo regular. Una gran nube nos engullía y no dejaba ver el paisaje, aunque se adivinaba bonito.

entorno prades
Un entorno precioso

El primer avituallamiento era Pou de Glac, km 8,8, que alcancé a las 10:17. Habíamos ascendido 497 metros. Paré lo justo, comí un poquito, y seguí corriendo con ganas. El siguiente avituallamiento era en Capafonts, km 14,4, mayormente en descenso (491 m). Este lo alcancé a las 11:05. El corte horario en este punto era a las 13:00. Eso significaba que estaba unas 2 horas por encima del corte, pero no tenía muy claro si significaba que me iba a ir a las 13 horas. Era pronto para saberlo. Al ser un avituallamiento bajo techo, aproveché para comer algo más e incluso ir al baño. Había sándwiches de nocilla, así que yo estaba la mar de feliz.

Salí del avituallamiento. Creo recordar que vi algo que me descolocó un poco (no recuerdo exactamente si fue aquí) y me desvié del camino, pero me di cuenta pronto, y ya me puse a seguir las señales.

carrera prades
Contenta como unas castañuelas

Este tramo iba en solitario, el grupo de corredores ya se había dispersado bastante. Aproveché a correr lo que pude en los siguientes km. El terreno era bastante llevadero, aunque había algunos tramos más pedregosos en los que tenía que cuidar un poco más dónde pisaba. Seguía lloviendo de manera intermitente, pero ya me estaba acostumbrando. Los bastones los sacaba a ratos, pero la mayor parte del tiempo corría con ellos en la mano. A mitad de este tramo no me quedó más remedio que parar y cambiarme, y de paso, tomarme una pastilla, porque estaba jorobada de dolor. Mientras estaba escondida entre la maleza, me pasaron unos cuantos corredores a los yo había pasado antes. Es lo que había.

Por fin alcancé el km 25 (eran las 13:13), avituallamiento de El Bosquet, que era al aire libre, después de un ascenso de 488 m y un descenso de 459 m. Según la tabla orientativa de cortes, entre este punto y el anterior había unas dos horas, había tardado un poco más. El viento soplaba con ganas y se llevaba los carteles. Yo estaba en pleno subidón post pirula, y me puse a charrar con Mónica, una corredora con la que iría coincidiendo todo lo que me quedaba de carrera. A base de risas, recobramos fuerzas. Me había puesto de barro hasta el cimbel, y hacía fresco, así que no nos entretuvimos mucho y salimos corriendo enseguida.

Trotamos con ganas hasta el siguiente avituallamiento. Creo recordar que, por pisar una piedra plana y resbaladiza (sólo a mí se me ocurre), me pegué una leche, pero con tan buena fortuna, que aterricé sobre la mochila y no me hice daño. Los primeros km eran muy llevaderos, algunos se atragantaban un poco más entre los árboles, algunos más embarrados, otros menos. Hasta que alcanzamos el avituallamiento (completo) de La Febro, km 35,4, después de un ascenso de 320 m y un descenso de 349 m.

Eran las 15:00, el corte horario en este punto era a las 18:00. Eso ya me gustaba más, esas 3 horas por encima del corte me llevaban más a las 12 horas (aunque yo quería tardar lo menos posible, claro está).

Como esta crónica la escribo tan tarde, no recuerdo todo con detalle, así que tiendo a confundir un poco este avituallamiento y el de Capafons, pero lo que sí es cierto es que en este estaba con Mónica, y más o menos así iba a seguir hasta el final. Aproveché de nuevo a comer bien, y aunque había caldo, a mis los ojos se me iban a la nocilla. Había una chica que se quejaba de dolores, iba muy bien, pero había tenido que aflojar por un tema de la pisada. Había un cartel explicativo con lo que quedaba de recorrido, estábamos más o menos en el ecuador de la carrera (en realidad lo habíamos superado), pero según me dijo Mónica, para mi horror, quedaba lo peor. Y es que ella, que era de Tarragona, había ayudado a marcar ese tramo, y me dijo que era menos llevadero que lo que habíamos hecho.

Reconozco que eso me desmoralizó un poco a priori. Prefería lo más complicado al principio, que vas más fresco, pero bueno, habíamos venido a jugar. Sin entretenernos más, salimos del pueblo y nos pusimos a correr.

Mónica y yo no parábamos de hablar de todo un poco (luego que voy lenta). Vimos a la chica de los dolores, y le di un Naproxeno, mano de santo, le garanticé. Seguimos corriendo, en la subida fuerte, casi nos liamos y tiramos recto, pero al final tocó subir, ahí le eché ganas. Tras una subida y una bajada potente, alcancé el avituallamiento de Gallicant, km 47,2 (el reloj me marcaba un par más), eran las 16:42 y decidí que casi mejor si sacaba ya el frontal, que lo iba a necesitar. No recuerdo si me había llevado las gafas de sol, quizá opté por dejarlas ante la previsión de usarlas entre poco y nada.

Mónica me había dicho que tirara para adelante si me veía con más fuerzas. Yo había tirado un poco más, porque cuanto antes llegase, antes saldría por Zaragoza, y no tenía ni gota gana de que se me hiciera tan tarde como la carrera de Ulldemolins. Tampoco es que fuera sobradísima, pero bueno, intenté aprovechar en los tramos buenos. En este tramo se fue haciendo la noche, como era de esperar. Y efectivamente, tal y como me había adelantado Mónica, el terreno no era tan bueno como hubiera querido.

Ya de noche, y perdiendo las referencias del paisaje, la cosa se complicó un poco, ya que la niebla quería acompañarnos. Yo ya me había quedado sola, apenas veía corredores, alguno desperdigado y ya. Los primeros de la ultra hacía horas y km que me habían sobrepasado. Por fin alcancé El Tossal (615 m de ascenso, 316 de descenso), era un avituallamiento completo, pero a escasos km de la meta, supuestamente en el km 55 (58 según mi tabla de cortes). No paré apenas, llevaba bastante agua (y eso que me había obligado a beber), y había comido de sobra. No quedaba apenas nada, eran las 19:27 (una hora por encima de mi tabla de cortes). Este ramo se me había atragantado algo en comparación con el tramo La Febró – Gallicant.

Eché el resto. Alcancé a un corredor en la subida, Yo pensaba que no había ya desnivel, pero nos tocó salvar un repecho hasta un alto en el que, literalmente, no se veía una pija. La niebla nos había vuelto a engullir y costaba ver las balizas reflectantes. Vi una luz, un corredor preguntaba si había alguien ahí, lo guié hasta mi voz, se había perdido. Yo saqué el track, y hasta el reloj estaba perdido. Nos juntamos unos cuantos, y conseguimos volver a encontrar las balizas, que iban campo a través, hasta que por fin cogimos un sendero más llevadero.

Volvimos a trotar con ganas, hacía ya rato que yo había superado los 59,8 km teóricos, pero ya estaba casi en meta y me daba igual todo. Ya oía a Mariano, y por fin crucé meta tras 11 horas 18 minutos de carrera, a las 20:18. Me podía dar por satisfecha.

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En meta, con los pelos alborotados

Mariano me dio un súper abrazo, y yo como pude me atusé el pelo, que como era de esperar, y por no habérmelo recogido, lo llevaba en una completa maraña. Estuve un rato hablando con la corredora que me había asesorado con el bastón, pero no vi llegar a Mónica, que llegó unos 10 minutos después. Yo estaba molida y empezaba a tener frío, así que me fui al pabellón.

En el pabellón básicamente me puse ropa seca, y comí lo justo. Había avisado a Raúl para preparar la cena, así que me entretuve lo menos posible para tratar de estar a una hora razonable en casa, ya me que me quedaban dos horas de coche. Creo recordar que apuré bastante el depósito, aunque ahora ya no sé si fue en este viaje o en el de vuelta de Ulldemolins.

Y ahí terminó la aventura por esos lares. Por supuesto que no piqué nada de mi categoría, pero tampoco lo esperaba, visto mi ritmo. Había salido encantada de la carrera, me había parecido un recorrido precioso, y la verdad que, a pesar de la niebla en ciertos tramos, había podido disfrutar de gran parte del recorrido. Era una carrera que, sin duda alguna, repetiría, aunque seguro que en la distancia más grande.

De ahí salió una amistad con Mónica, la chica de Tarragona a la que seguro que en veo en alguna carrera por la zona.

Y es que, de cuando en cuando, merece la pena salirse de la zona habitual y explorar nuevos lares. Había sido un buen broche a la temporada, si entendemos por temporada el año natural, que, con tanta carrera, no tengo muy claro dónde empieza y dónde acaba. Tocaba descansar, plegar los bastones y hasta la siguiente, carrera que, por otra parte, sería en enero de 2024, en Alcorisa, repitiendo el Trail Zoquetes. Y como estas líneas las escribo cuando ya he hecho esa carrera, os doy un consejo: cuando guardéis los bastones, aseguraros de secarlos bien bien bien, pero bien de verdad... Que como los que usé se estiran desde la parte de abajo, se me quedaron con algo de humedad, se quedaron pillados por el óxido, y en Alcorisa fui incapaz de desplegar uno de ellos. Al fina con paciencia, un torno, y 3 en un 1, conseguí sacarlo. Tarde, pero lo saqué.

¡¡A por un 2024 con buenos retos por delante!!

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