¿Por dónde empiezo? El resumen fácil es que “no lo conseguí”. Pero vayamos por partes… Tras la maratón de septiembre, me había quedado con ganas de apretar un poco más, así que no dudé en apuntarme nuevamente a la maratón de Zaragoza, aunque eso implicara correrla en abril, apenas 6 meses después de la anterior edición.
Quinta maratón en Zaragoza, sexta en asfalto (contando Motorland). Iba con ganas, y aunque sabía que no era sencillo, tenía ganas de intentarlo: ir a por 3:30. Después de Daroca, tocó recuperarse y enfilar los últimos rodajes antes del 2 de abril. Aunque las tiradas largas no salieron mal del todo, iba preocupada y nerviosa.
Físicamente no llegaba todo lo bien que hubiera querido: de ritmos no iba mal, pero de peso… no. Definitivamente no. Yo en verano suelo adelgazar (bastante) y a septiembre llegué fina filipina, a pesar de EE.UU. (es lo que tiene el turismo extremo, que no paras). Y no, no llegaba fina ahora. No es por exagerar, pero todo peso extra se nota… y bastante.
Pero bueno, había que intentarlo. Los días previos intenté cuidarme, y aunque como siempre tenía el firme propósito de descansar la noche de antes, al final acabé durmiendo menos de lo que hubiera querido. El run run, los nervios, lo de siempre… La distancia reina me fascina y me acojona a partes iguales, por muchas veces que me enfrente a ella.
El madrugón fue considerable. Adelantaban la hora de salida a las 8 de la mañana, así que a las 5 me levanté para desayunar. Aún me eché otro poco más, y mientras oía el viento ulular en la ventana, pensé: “Qué bien nos lo vamos a pasar”. Porque sí: anunciaban cierzo. Debate de última hora: mallas cortas o pantalones. Las mallas eran demasiado cortas y temiendo rozaduras, me puse esparadrapo (que me acabé quitando en carrera).
Conforme iba al coche en mallas, noté un frío del copón. Es lo que tiene abril, que lo mismo te hace muy bueno como muy malo. Aparqué más tarde de lo que hubiera querido, todo estaba ya muy lleno de coches. Y cómo no, tocó correr a Tenerías donde me encontraba con mis azulillos: Chevy, que se enfrentaba a la distancia después de bastante tiempo sin correr, el Heavy y Tricas, que iban a por sub 3h, Jordi y Gorka, y más compañeros. Amén de todos los que venían a animarnos durante el recorrido: Langarita, Natalia, Tony, Fran, Marcos y Noelia…
Y corriendo otra vez fui a la plaza del Pilar. Me situé por delante de la liebre de 3:30, con la firme intención de fijar un ritmo de 5 e intentar que no me pillara.
Y arrancamos. El recorrido había cambiado ligeramente, y enfilábamos hacia la plaza Europa. Oía a la liebre de 3:30, Jesús Arroyo, animar a la grupeta que le acompañaba. Yo intentaba concentrarme en cada zancada, en la respiración, en el ritmo, pero sin obsesionarme. No lo llevaba mal del todo.
Foto de Heraldo de Aragón. Fresca como una rosa... y lo que te rondaré morena.
De retorno por la ribera izquierda, me alcanzaron Adela y Pedro. Iban a por ese tiempo. Adela iba muy bien, intentamos ir los tres juntos, aunque poco después ambos tiraron más para adelante. Se me medio deshizo una de las trenzas a la altura de Helios, y acabé toda la carrera con unos pelos de loca que me río yo de la loca de los gatos. Yo quería ganarle algo de tiempo al crono, sin pasarme, por si luego lo necesitaba. La liebre seguía detrás. Gente animando, Rosa Balaguer que iba animando… Y el viento, el puñetero viento. De cuando en cuando nos daba de frente. A lo que me quise dar cuenta, paseo Cuéllar de subida. Jesús nos recomendaba qué hacer para no cansarnos tanto por culpa del dichoso viento. “Poneros así, para que no os moleste tanto”. Madre mía, iba a ser duro… Los km caían, y el ritmo se mantenía como yo quería.
Parque Grande, por fin, km 20 aproximadamente. Jesús seguía con sus ánimos: “Aprovechad las bajadas, daros golpes en los muslos. Así, así. Cuánto daño ha hecho el porno… Oye, espero que no te moleste, si no me lo dices (le decía a una chica que iba en el grupo)” Yo me reía, qué crack. Vi a Natalia y a Tony. Yo me estaba viendo que cómo no, la elección de mallas cortas no había sido la mejor, ya me estaban saliendo rozaduras.
Y ahí en el parque, se me fue la liebre. Bajé algo el ritmo, y me acabó sobrepasando. Entonces me encontré con Jordi: “No te preocupes, llevamos buen ritmo, sigue siendo un buen tiempo”. Y me acompañó corriendo. Me dijo que tiraría conmigo, pero que creía que más allá del 35 no podría mantener ese ritmo. También vi a Langarita, que me dijo “No te preocupes Vanesa, que en cualquier caso va a ser un tiempazo.”
Me vine un poco abajo, y me obligué a tirar. Cada vez que sonaba el pitido por km transcurrido, miraba el reloj para ver el ritmo de la vuelta. Si veía que la cosa iba peor, me obligaba a apretar en el siguiente para ganar los segundos de más. Y así poco a poco llegamos al 30, manteniendo un ritmo muy próximo al 3:30 (me iba por 2 minutos). “Si quieres, tiro más fuerte”, me dijo Jordi, pero yo estaba desanimada y le dije que ya no sabía ni lo que quería. Estaba desanimada en ese momento y todas las fotos que siguieron al parque lo denotaban.
A partir del 30 y pico le perdí la pista a Jordi. Seguí tirando, enfilando mis pasos hacia el puente de la Z30, en la parte peor del recorrido. El 35 lo alcanzábamos pasado el puente, donde vi otra vez, creo recordar, a Javi. Para bien o para mal, ahora empezaba la maratón de verdad.
Y una vez cruzado el puente, se me descalabró el crono por completo. Las piernas cada vez más cansadas, el viento dando de frente cada vez más fuerte. No podía, es que no podía tirar más. Tras cruzar dos veces el puente del Pilar, afronté los últimos km con un viento de frente que me frenaba y un ritmo muy diferente del inicial. Veía el reloj y me desesperaba: 6, 6:30. Pero era incapaz. Un par de corredoras me adelantaron. Adelanté a algunos corredores. Por fin crucé el puente Santiago, y dejé de tener el aire de frente.
Ánimos, gente que gritaba mi nombre. Iba ya fundida y he de reconocer que no sabía ni quién me animaba. “Venga Vinagre”, “Venga Vanesa”. Gracias a Dios, no había que llegar hasta el final de Echegaray, y enseguida enfilé el último km por el Casco. Adelanté a una corredora mientras le decía “Aúpa” con la voz que me quedaba. Eché mi último trago de agua en el avituallamiento. Y me encontré con Sergio Beltrán. Se puso a mi par mientras me decía el parte “El heavy y Tricas lo han conseguido, Chevy va un poco por delante, Gorka también, y Jordi está por detrás. Venga, no aflojes ahora, sonríe y aprieta”. Yo corría, y corría, y apretaba el ritmo, y antes de alcanzar la calle Alfonso, me encontré con gran parte de mis azulillos animando a rabiar, ¡¡subidón!!
Y ya enfilé mis últimos metros, donde detenía el crono por debajo de 3:40 (tiempo real 3:38:54), rebañando mi marca y logrando una nueva MMP, pero lejos de mi objetivo inicial. Mariano Navascúes, speaker de lujo, me nombraba como “una corredora que ahora corría que se las pelaba”. Más quisiera, jajajajaja. Hablé con mis padres, me habían seguido desde casa en la página de la carrera, y el ritmo que llevaba hasta el 30 les hacía pensar que lo había conseguido, pero no, Eolo había hecho de las suyas…
Tuve sensaciones agridulces. No estaba contenta al 100% con el resultado, las cosas como son, pero lo di todo, eso también es verdad, aunque siempre te quedas con la duda de “¿Y si hubiera sufrido un poquitín más?”. Sin embargo, la tristeza se me disipó con la alegría que me dio saber que Jorge y Tricas habían logrado su objetivo a pesar del viento, que Adela había logrado su objetivo y que subía al podio, que Lurdes también había hecho un tiempazo (¡Y podio!), y que todos mis amigos y compañeros habían conseguido completar la distancia. Eduardo (Sangros) repetía en la distancia, rebajando su marca por debajo de las 3 horas (casi ná), haciendo ciertos los vaticinios de Iván allá por septiembre, tras su gran debut en la distancia. Jordi entró en meta un poco detrás de mí. También Pedro, que había sufrido algo en carrera.
Así que, ¿por qué estar triste? En meta me encontré con Raúl, mientras toda dolorida intentaba estirar un poco.
Me encontré con Susana (Tamargo) que había corrido la 10k, maldiciendo el viento (y aun con todo, tiempazo), y le dije, y cito textualmente: “Para días me veo en una maratón de asfalto”.
Porque esa es la idea. Ahora mis objetivos se encaminan hacia el monte, hacia la montaña… y en intentar llegar lo mejor posible a la Vuelta al Aneto, que promete ser un reto cojonudo, amén de Sobrarbe. ¿Me quedo con ganas de 3:30? Por supuesto que sí, pero de momento lo dejamos aparcado para más adelante. 6 días después me fui a correr 22 km por el monte al pueblo de Elsa, Alloza, y la verdad que la fuerza de la vinagrillos se debió quedar en el asfalto, ya que sufrí las calores y las cuestas, ¡¡madre qué cuestas!!
Poco después Lurdes Chávarri me comentó que ella se quedaba con esa mirada, cuando nos cruzamos en un momento de la carrera, nos miramos, y nos vimos hipermetidas en la carrera. Si lo pienso objetivamente, hay un mundo de la Vanesa que debutó en 2013 a la de ahora, y aunque es cierto que llevo días sin retomar los entrenos de calidad, el aprendizaje en estos años (y sobre todo en el último) ha sido impresionante.
Así, que seguimos adelante, ¿no? Por supuesto que sí, que la ilusión no hay que perderla, esa marca está por llegar ¡¡he dicho!!