Vaya por delante que mi objetivo era bajar de 3:14, mi marca de hace un año en Barcelona. Y vaya también por delante que no lo logré. Tardé 21 minutos más. ¿Qué pasó ese día en Sevilla? ¿Qué causó semejante desviación sobre el plan? Todo empezó….
Vaya por delante que el viento soplaba a mala leche. A frenarte, a impedir que llevaras un ritmo constante. Pero lejos de fastidiarme, me aproveché de ello. Como si fuera un luchador de aikido, utilicé la fuerza del oponente para mi beneficio.
Acabado el 2014, tocaba empezar un nuevo año,volver a ponerse nuevos retos e intentar mejorar los tiempos conseguidos a lo largo del último año. Uno de los propósitos era realizar una segunda maratón.
Por fin, llegaba la última gran cita del año, la Maratón de Málaga.
Vaya por delante que tres días antes de la carrera no me había apuntado. Y no es que no me decidiera, no. Es que no entraba en mis planes una media maratón en estas fechas.
En noviembre todo corredor tiene una cita ineludible en San Sebastián. Se trata de la "Behobia", una carrera mítica dentro de la geografía española, se podría denominar como el Barça-Madrid del running.
La Behobia, hay que ir para vivirla. No te la pueden contar. Esas fueron las frases que rondaban en mi cabeza durante todo el recorrido y lo primero que me salio escribir en facebook al terminar.
Después de mi aventura en el Ironman de Mallorca me plantaba de nuevo en la línea de salida de una prueba de 10km pero sin objetivos; la causa era unicamente el juntarme con mis compañeros de equipo.
Y por fin llegó el gran día, la cita más importante de la temporada, aquella en la que llevaba inscrito más de 6 meses: la VIII Maratón de Zaragoza. Un reto muy importante para mi ya que era la primera vez que me enfrentaba a una distancia tan larga y tan respetada.
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