-Tic, tac, tic, tac…¡Llegó el día! Varios meses entrenando como nunca lo había hecho antes para desembocar en un preciso momento.
-Tic, tac, tic, tac…¡Llegó el día! Varios meses entrenando como nunca lo había hecho antes para desembocar en un preciso momento.
Arrancamos 2019. Otro año más en los que intentar buscar nuevos retos.
Después de varios años detrás de un sueño que se me resistía, unas veces por dinero y otras por trabajo, en 2018 por fin lo pude llevar a cabo.
Después de dejar el verano atrás, volver a los entrenamientos, solo me quedaba retomar las viejas costumbres. Tocaba turno de noches en el trabajo y con ello, la búsqueda de una carrera para ir sin dormir el domingo.
Inevitablemente, el día tenía que llegar. Se ha acabado el verano. Pensaréis: ¡Ya hace tiempo que terminó! Cierto, pero los zaragozanos lo alargamos hasta las fiestas del Pilar. Así somos. Una vez sonaron los últimos fuegos artificiales, había que retomar los entrenamientos y las competiciones.
Si, ya lo se, tenéis razón. Dije que había terminado mi temporada de asfalto y ahora me iba a centrar en la montaña. Acumular desnivel sin conocimiento para llegar lo mejor posible al gran reto del año: Ehunmilak.
Bueno, empecemos por el principio. Desde la maratón de Zaragoza de 2016, yo tenía ganas de un sub 3:30 en esa distancia. Esa vez no pudo ser, y al año siguiente tampoco, y la idea me rondaba por la cabeza cosa mala.
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